Sol y sombra
Ya huele a Feria
El escritor sin contacto con los lectores desarrolla una misantropía insufrible; son los 'incels' de la letra impresa
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Iniciar sesiónLa Feria de Sevilla que más me gusta es la del Libro, a la que ahora se conoce con el acrónimo 'Felise' para describir, con exactitud y con el seseo propio de nuestro acento, cómo nos sentimos al recorrerla y, sobre todo, al evocarla. Las ... circunstancias de la vida y del urbanismo, genuino yin y yan de la ciudad, han propiciado su traslado a los Jardines de Murillo, donde la edición pasada se malogró debido a las pertinaces borrascas. La tarde de la gota fría mortífera en Valencia, sin ir más lejos, se suspendió la presentación del último poemario de Antonio Rivero Taravillo, uno de sus activistas más entusiastas.
El emplazamiento de la Feria del Libro en forma de bulevar en paralelo al Paseo Catalina de Ribera no es nuevo, pues ahí se montó ya en el último trienio de la década de los ochenta, cuando peregrinaba sin sede fija: Plaza de San Francisco, Parque de María Luisa, Paseo de Isabel la Católica, Marqués de Contadero… Tampoco la fecha, este inicio de otoño que los vendedores esperan que no sea tan lluvioso como el pasado. Sin embargo, desde que la asociación que actualmente rige sus destinos se constituyese a comienzos de este siglo, el evento se consolidó por los idus de mayo en la Plaza Nueva, para dolor de los alérgicos que sufríamos con los plátanos de Indias y fortuna de los vendedores de clínex.
¿Esos ojos inyectados en sangre eran sólo fruto de las histaminas? Puede que sí o pudiera ser que algo tuvieran que ver las reuniones que se eternizaban, al cierre de las casetas, en el ambigú que se colocaba en la esquina más cercana a la calle Zaragoza: firmas de ejemplares de algún amigo a las siete de la tarde, pongamos por caso, que acababan en tertulias de puro disparate y recogida de madrugada con parada breve en la capilla de San Onofre, donde los orantes más veteranos de la Adoración Perpetua guardan aún memoria de cómo sorteaban algunos de sus predecesores la rígida moral del franquismo y de los primeros años de la democracia. En una de sus últimas visitas, Aquilino Duque entró al trapo de la provocación de uno de sus fieles seguidores. «¿Vienes a dar una conferencia o un golpe de Estado?» «Todavía me lo estoy pensando», respondió con retranca el maestro mientras acariciaba el cartapacio que custodiaba sus notas.
A despecho de tanto letraherido a la violeta como abunda en ciertos ambientes culturales sevillanos, esos esnobs renuentes al best seller, uno percibe que esta coyunda anual de la Literatura con su lado más comercial y mundano ennoblece más a los autores que a quienes los abordan en busca de una dedicatoria o un selfi. Un escritor sin contacto con los lectores es como un seductor onanista: desarrolla una misantropía perjudicial para su propia salud e insufrible para su entorno. Son los 'incels' de las letras. Gastarse 20 euros en un libro, hoy en día, es poco menos que una heroicidad. Qué menos que dedicar un rato a agradecer la gentileza. Si puede ser sin poner cara de acelga y hartazgo, mejor.
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