PÁSALO
Mapi León
A Mapi le caerá la sanción correspondiente, pero salvémosla del cilicio puritano que nos mortifica
La condena puritana que nos flagela acaba de hacerse visible en el fútbol femenino. Una jugadora del Barcelona, Mapi León, descolocada por el marcaje atosigante a que la sometía Daniela Caracas, jugadora colombiana del Español, tiró de recursos extraordinarios para provocar a su pegajosa defensa. ... Y le tocó el toto. Un palmeo suave, ligero, tímido casi, pero provocador. Y se ha montado un carajal como, por ejemplo, se ha liado con la vertiginosa y dolida carrera playera de Montoya. A Montoya, el de la Isla de las Tentaciones, no se lo presento. Lo conoce todo el mundo y ha salido hasta en el programa televisivo de Whoopi Goldberg. Tras el emperador Claudio, debe ser el personaje que más infidelidades soporta en su cabeza. Mapi León tampoco necesita mucho eco. El palpi que le da a la colombiana en el beo se ha visto en todos los espacios deportivos europeos, dando lugar a un debate que ha dividido a la opinión en dos bandos irreconciliables: los realistas y los indignados. Yo me alineo entre los primeros. Así que, si es usted un indignadito más por el totazo de Mapi León, no siga y evítese una hiperventilación gratuita.
Los hombres y mujeres que han practicado un deporte de contacto directo, sea fútbol, baloncesto o boxeo, saben que desestabilizar a tu marca forma parte del amplio abanico de registros que utiliza un jugador para vencer en sus duelos individuales. Forma parte del juego y de la profesión. Y nos asombraríamos si llegarán a nuestros oídos lo que se habla, se dice, se insulta, se escupe y se humilla en un campo de fútbol. Seguramente no es muy deportivo. Pero sí terriblemente práctico y para ganar, que lo justifica casi todo, mejor contar con un grupo de legionarios que con once misioneros. A ver, memoria de pez, ¿qué defensa era aquel que en los saques de esquina le hacia una prospección anal con su dedo al delantero centro? Lo de Michel con Valderrama ha debido comentarse en más de un clinic veraniego. Y las chicas, que son guerreras, comparten en las canchas deportivas el mismo código que los hombres. La hipocresía es de libre práctica. Pero exigirles a las mujeres por ser mujeres una versión angelical del deporte es una chuminá de la carlota. Eso solo lo hacen los que no han jugado ni al parchís…
A Mapi le caerá la sanción correspondiente. Pero liberémosla de la condena social del puritanismo imperante. Es una jugadora de fútbol y ahí madame Bovary no es un referente. Se tocarán la papaya, la baticola y las narices si falta hiciera. Como lo hacen sus camaradas masculinos. Porque el fútbol, el baloncesto o el boxeo dejaron de tener género. Tienen reglas y códigos. Que iguala, más que la política y perversas leyes del ministerio de Igualdad, al hombre y a la mujer. Toda la que sale a jugar a una cancha de fútbol sabe lo que es el consentimiento de unas reglas no escritas que ayudan a ganar...
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete