TRAMPANTOJOS
Cádiz era una fiesta
En estos días la patria está en la lengua, no hay fronteras ni divisiones porque hablamos el mismo idioma
Se cuela el viento de Cádiz por la vieja memoria de la lengua. Entra en las casas de los antiguos cargadores de Indias subiendo a las hermosas azoteas. Y paseando por la calle Ancha cuelgan en los balcones de cierres blancos banderas con palabras del ... infinito tesoro del español. En estos días la patria está en la lengua, no hay fronteras ni divisiones entre países porque hablamos el mismo idioma. Lo saben los que llegan desde los confines de ultramar al reconocerse en las palabras añejas de una lengua que hablan millones de personas.
El Congreso Internacional de la Lengua Española ha convertido a Cádiz en la gran fiesta del español. Caminan felices las palabras por las calles blancas y ni siquiera les molesta el roce con la rugosa piedra ostionera de las fachadas gaditanas. El soplo de marea las refresca con brisas atlánticas en este paraíso donde se confunden todos los acentos.
En los centros escolares los alumnos andan sumergidos en un concurso impulsado por la Fundación José Manuel Lara en el que tienen que incorporar en un texto palabras procedentes de todos los países que hablan el español. Cada Academia de la Lengua ha elegido la suya. Los académicos de México han soltado por el caserío de Cádiz a un teporingo, un animal también conocido como conejo de los volcanes, y los de Ecuador han conseguido cultivar totoras, que son plantas altísimas que resisten el embate de los vientos y que en Cádiz tienen la supervivencia asegurada.
Aquí nadie se añingota, que es como la Academia de Panamá llama al gesto de acuclillarse, sino que se pasea erguido y orgulloso. Y todo porque hay complicidades de amistad por hablar la misma lengua. Por eso Cádiz es una amable reunión de aseres, es decir, amigos, según nos indica la Academia Cubana. Por eso en este Cádiz de todas las lenguas habría que celebrar el triunfo del español con tortillitas de camarones, caballas con piriñaca y mangú, ese puré de plátanos cocidos, majados y adobados con mantequilla y sal que la Academia Dominicana ha declarado como su palabra oficial.
Aupándose un poco se vislumbra desde los miradores el horizonte de ultramares, todos los espejos americanos. Hace más de dos siglos llegaron los barcos con los diputados americanos para consagrar la Constitución de Cádiz y ahora arriban los académicos con su equipaje de diccionarios. El español es un idioma de ida y vuelta que ganaba en riqueza con cada travesía. Ya Nebrija -homenajeado con todos los honores en el congreso- fue el primero en incorporar un americanismo en su diccionario: la palabra canoa. Y de aquí partieron voces que al llegar a la otra orilla criaron raíces y tuvieron linajes infinitos de palabras.
Así que brindemos con esos vinos de Cádiz que saben a salitre y sol por la eñe que simboliza nuestra lengua común. Y aguzemos el oído para escuchar todos los acentos del español cuando el viento atraviesa la Puerta de Tierra para entrar en la capital atlántica del español.
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