TRAMPANTOJOS
Un más allá virtual
La distopía e incertidumbre en que vivimos y la crisis del periodismo son el caldo de cultivo perfecto para una versión de nuestra biografía: la muerte digital
Apartir de ahora habrá dos muertes: la real y la virtual. El lunes leíamos la noticia del fallecimiento del filósofo Fernando Savater y del cantante José Luis Perales, dos figuras que forjaron nuestra memoria intelectual y sentimental. Ambas muertes eran mentira, la enfermedad de nuestro ... tiempo. Nuevas víctimas del bulo que habita entre nosotros.
Estas noticias falsas forman parte de nuestra cultura líquida, de la desinformación que nos domina. Pero aparte de la perversión que se esconde tras estos anuncios malintencionados, también está el tiempo que nos ha tocado vivir con pandemias, irrealidades y apocalipsis varios. Esa sensación -un tanto absurda, pero que nos embarga a todos- de que últimamente se muere más gente que nunca o, al menos, gente a la que no le tocaba morirse, ha sido el caldo de cultivo perfecto. La atmósfera de distopía y de incertidumbre en la que vivimos.
No es sólo que sufrimos una sociedad demasiado dependiente de las tecnologías y de las dictaduras de lo virtual, hay otra explicación para que triunfe el engaño: la profunda crisis del periodismo.
El periodismo está acosado por problemas económicos y una falta de modelo de negocio. Eso ha permitido su obscena dependencia de ciertos poderes políticos, institucionales y empresariales. La independencia se ha vuelto complicada. No se buscan fuentes solventes ni se confirman las noticias, no existe contexto ni tampoco memoria. Y así es muy fácil colar las mentiras.
Y el verano se convierte en la época perfecta. Las redacciones están devastadas, sin personal, con periodistas mal pagados y acosados por la urgencia que imponen las redes. Es el imperio de lo falso, de la media verdad o de la realidad tergiversada. Da igual. Lo importante es ser los primeros, aunque no se esté contando la verdad. Y eso también interesa cuando se trata de manipulaciones interesadas.
Aunque en honor a la verdad esta fiebre de la falacia no es naturalmente nueva. Démosle proyección histórica y algo de anécdota. Al escritor norteamericano Mark Twain también lo dieron por muerto y la noticia de su óbito llegó a salir en un periódico. José Luis Perales ha podido enviar un vídeo desde su perfil personal con un toque de humor. Twain hizo lo mismo mandando un telegrama: «Rumores de mi muerte muy exagerados. Mark Twain».
Lo mismo le ocurrió a Rudyard Kipling con un periódico, al que además estaba suscrito, que informó sobre su desaparición. También -cosas del siglo XIX- el autor británico envió otro telegrama cargado de ironía: «Acabo de leer que estoy muerto. No olvide borrarme de la lista de suscriptores».
Antes lo terrible era morirse en verano porque nadie se enteraba. Sólo con el reencuentro descubríamos las ausencias. Ahora lo más normal del mundo será fallecer en verano, la época perfecta para entrar en el más allá digital, ser un muerto virtual. Y así caminar sonámbulos en la red para siempre. Una inquietante forma de inmortalidad.
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