SPECTATOR IN BARCINO
Las señas de identidad de Junts
Cuando se ha cumplido una década de la confesión de Pujol sobre sus dineros evadidos, recordemos el origen integrista y autoritario del nacionalismo que encarnó
Los artículos escritos por Sergi Doria
Barcelona
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Iniciar sesiónEn una de sus intervenciones-mitin, la portavoz de Junts Míriam Nogueras alude a la derecha y la ultraderecha mientras señala la bancada del PP y Vox. El gesto demuestra la impostura del partido de la antigua Convergencia: cultivar una retórica supuestamente progresista y ... votar luego con las fuerzas conservadoras.
Cuando se ha cumplido una década de la confesión de Pujol sobre sus dineros evadidos, recordemos el origen integrista y autoritario del nacionalismo que encarnó. En la autobiografía 'Un legado' (Navona), la fallecida Rosa Regàs cuenta cómo conoció a Pujol y a su amigo Eduard Omedes, el que sería su marido. Año 1950, en el Vaticano, adonde le llevó su abuelo por la proclamación del dogma de la Asunción de la Virgen. Rosa y sus hermanos, hijos de padres exiliados, quedaron al acabar la guerra bajo la tutela de su abuelo que los metió en un internado hasta los diecisiete años. Propietario de restaurantes y hoteles, catalanista de la Lliga, Miquel Regàs estuvo con Franco; al morir legó su patrimonio al monasterio de Montserrat y otras instituciones religiosas.
En aquel encuentro vaticano Pujol y Omedes invitaron a Regàs a la residencia que compartían con otros jóvenes católicos como Joan Martí Mercadal. Al comentar ella que estudiaba piano, Pujol le preguntó: «Tú, cuándo oyes LAAAAA, ¿qué oyes?». La música, le contestó Regàs, «no sólo es una nota, sino la combinación de varias». Toda una metáfora sobre la vocación unidimensional de lo que años después fue el pujolismo: una sola nota, la nacionalista, excluía todas las demás. La Cataluña esencialista frente a la pluralidad de los catalanes.
Ya casada con Omedes, Rosa Regàs se unió con su marido a uno de los grupos de matrimonios de la Virgen de Montserrat que dirigía Pujol. Una vez al mes asistían a las sesiones de la escuela Virtèlia que organizaba la pareja Pujol-Ferrusola con el concurso de obispos y sacerdotes. Indignada por la sumisión de la mujer en el matrimonio que preconizaban aquellos ponentes, Regàs quiso ampliar su mundo a otras actividades. Gracias a Armando Blume, padre de Joaquín, el gran campeón de la gimnasia española, se apuntó a clases de gimnasia sin que lo supiera su marido: seis meses después participaba en el campeonato de Cataluña de gimnasia deportiva. Un día, leyendo el periódico, su marido reparó en un titular de las páginas deportivas. Unas chicas habían ganado el campeonato de gimnasia… ¡Y en la lista figuraba Rosa Regàs! En aquel mismo instante llamaron a la puerta: «Eran Jordi Pujol y Joan Martí Mercadal con sus esposas, mosén Briba y alguna pareja más. Entonces sí que lloré. Me hicieron jurar que nunca más volvería a hacer gimnasia y yo lo hice entre lágrimas, eso y todo lo que quisieron», recuerda.
La justificación de tan súbita intervención en la esfera privada del matrimonio Omedes-Regàs la justificaron diciendo que «su labor era procurar que una mujer casada no cayera en el pecado». Porque la obsesión de Pujol, el hijo del banquero y evasor de capital Florenci, era la salvación de las almas: que las mujeres llevaran faldas largas y también los trajes de baño: «Para Pujol todo era pecado, excepto el pecado económico», subraya Regàs.
Y cuando el mesías Pujol se identificó con Cataluña, aunque todo el mundo conociera los trapicheos convergentes del 3 por ciento, nadie dijo ni mu. Fue la prolongada y vergonzante «omertà', esa hipocresía que persiste en quienes apoyaron la secesión y siguen sin reconocer el engaño. Y hemos de escuchar como Nogueras, sin asomo de sonrojo, habla de derecha y extrema derecha. Como si no fuera con ellos. La estafa continúa.
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