LA TERCERA

Feijóo puede rimar con Cambó

«Con esa modulación de catalanidad y españolidad, en la victoria de lo posible sobre lo quimérico, podrá el PP atraer un centro-derecha -los 350.000 votos- que, abrumado por el ruinoso proceso independentista, vindica el catalanismo que enriquece y no mina la España constitucional. Es la hora de recuperar la catalanidad que secuestró el secesionismo. De la cooperación sincera Madrid-Barcelona. De la Cataluña que pronuncia (sin complejos) el nombre de España»

NIETO

Sergi Doria

La historia no se repite pero rima, advertía Mark Twain. Y Feijóo puede rimar con Cambó. El líder popular sabe que nunca se ganarán las elecciones en España si el voto al PP no sube en Cataluña. La cuestión es cómo revocar esa fatalista deriva ... que impide la adición del sufragio catalán al proyecto liberal conservador nacional. Los malos resultados del centro-derecha -Junts ya no es centro-derecha, sino secta de radicalidades morbosas- atraviesan las municipales, autonómicas y generales.

En su estudio 'Cómo derrotar al independentismo', Carles Castro cifra en 350.000 los electores que cambiarían la correlación de fuerzas hasta clausurar la hegemonía independentista.

La tercera vía del catalanismo moderado ha sido explorada por partidos que no acaban de arrancar: Valents, Centrem, Units per Avançar, Lliga Catalana, Lliures... La prolija lista revela la atomización de la facción 'pragmática' de la antigua Convergència i Unió: en lugar de sumar, la concurrencia electoral de cada formación por separado restará votos al centro-derecha catalán. Y es ahí cuando el PP debe atraer a los votantes de Ciudadanos y el catalanismo tibio para reeditar el mejor legado de Francesc Cambó. Su lema, «Por Cataluña y la España grande»: que ser catalanes y españoles no sea más la antítesis que tantos réditos electorales dio al independentismo. Que lengua, simbología, tradiciones, instituciones y medios de comunicación públicos -hoy bajo la férula separatista- vuelvan a ser de todos los catalanes. Del catalanismo extractivo y llorón al catalanismo proactivo y leal con el proyecto español.

Nadie se acuerda del 75 aniversario de la muerte de Cambó en Buenos Aires. Pocos conocen las 'Memorias' que Alpha publicó en 1981 donde el líder de la Lliga se implicaba sin reservas en la gobernanza nacional. La primera edición coincidió con la victoria en Cataluña de una Convergència que nunca -salvo la fallida Operación Roca- quiso participar en el gobierno de España. Recordemos que Cambó fue ministro de Hacienda en 1918 y de Fomento en 1921. Contemplaba Cataluña y España como realidades complementarias: «Yo las sentía por igual y en la grandeza de una buscaba el fortalecimiento de la otra», escribe. Si en 1930 un cáncer de laringe no lo aparta de la política, Cambó habría reformado el sistema de la Restauración; pero su Centro Constitucional llegó tarde... El abandonismo monárquico puso el poder en bandeja a unos improvisados republicanos.

El líder de la Lliga criticó el desprecio a lo español y la exaltación sistemática de lo catalán que degenera en victimismo: «Me di cuenta de que esta propaganda encaminada a convencer a los catalanes de sus propios méritos los había de conducir, al contrario, a la convicción de que les perseguía un hado inexorable y todas sus empresas, hasta las más justas y más bien preparadas y conducidas, estaban condenadas al fracaso por una irremediable fatalidad». Detestaba las promesas irrealizables que varan a la ciudadanía en la protesta. El compromiso liberal-conservador, refractario a los utopismos, recorre su ejecutoria. Lo demostró en octubre del 34, cuando el golpe socialista en Asturias y la rebelión secesionista de Companys. Pese a sus diferencias con Lerroux y Gil Robles priorizó el gobierno republicano al oportunismo nacionalista: «Nosotros éramos gente de orden mantenedores del principio de autoridad fuera quien fuera el que lo encarnara y sentíamos el deber de estar al lado del gobierno y enfrente de la revolución».

En la Convergència que blasonaba de catalanismo reformista, ningunearon al incómodo Cambó. Artur Mas -que visitó al notario contra el PP y juró en la tumba de Wifredo el Velloso- encarna el tramposo funambulismo que identifica el proyecto español con los trapicheos del 'peix al cove'. La Convergència reciclada en soberanista y luego en independentista ignoró que el modelo liberal de populares y nacionalistas -bandera más, bandera menos- es intercambiable. La manipulación de la memoria histórica convirtió a Mas, representante de un pujolismo corroído por la corrupción, en el aprendiz de brujo que presumió de astuto y se creyó el Moisés de un pueblo elegido rumbo a una Ítaca separatista.

La burguesía y clases medias que se arrimaron al 'pal de paller' convergente devinieron en parodia del Tercer Estado de 1789: una élite encubría con verborrea 'revolucionaria' la perpetuación de sus privilegios. Les jaleaban los timoratos que no querían pasar por traidores y perder sus momios extractivos. En el papel de 'sans culottes', el 'pueblo' recitaba cual padrenuestro la hoja de ruta sediciosa: estructuras de estado, reconocimiento internacional de la 'república catalana', empresas que pugnarían por radicarse en la Cataluña independiente y helado de postre diario...

La política catalana retrocedió al ilusionismo que le atribuía Josep Pla: «Una corriente que tiende a confundir la filosofía con la política, la realidad con la abstracción que se desea. La filosofía no compromete nunca, permite, con su amable vaguedad, seguir las oleadas instintivas de la gente, la actuación de los axiomas más funestos de todos los que tienen circulación en Cataluña: el axioma de que el pueblo nunca se equivoca». Las trifulcas del matrimonio de conveniencia entre Esquerra y Junts -el 'comedero' de Pujol- empezó como una canción de Pimpinela y ha acabado en la guerra de los Rose. Siempre que la ilusión lírica topa con la hirsuta prosa de la realidad, se desata en el nacionalismo un ciclo destructivo como el que ha clausurado el infausto 'procés'. Lo señaló también Pla al explicar la disgregación de la Solidaritat Catalana en 1908, dos años después de su triunfo electoral: «Los catalanes volvieron a dividirse en puros e impuros, en engañados y traidores. Los impuros y traidores son aquellos que se atrevieron a hacer alguna cosa positiva por el país, y los otros son los que nunca harían nada porque sobre el papel lo tienen todo resuelto y atado».

Es el momento de recuperar el catalanismo 'impuro' -implicado en 'la España grande'- del Cambó que siempre habló claro aunque en alguna ocasión (Alcalá Zamora) se le reprochara ser Bismarck en Madrid y Bolívar en Cataluña: ese fue, también, el error de Pujol con Convergència. Al postular una 'cordialidad lingüística', antídoto del nacionalismo excluyente, Feijóo puede rimar con Cambó. La rima explica las mayorías del PP galleguista en Galicia y andalucista en Andalucía. Con esa modulación de catalanidad y españolidad, en la victoria de lo posible sobre lo quimérico, podrá el PP atraer un centro-derecha -los 350.000 votos- que, abrumado por el ruinoso proceso independentista, vindica el catalanismo que enriquece y no mina la España constitucional. Es la hora de recuperar la catalanidad que secuestró el secesionismo. De la cooperación sincera Madrid-Barcelona. De la Cataluña (plural y bilingüe) que pronuncia (sin complejos) el nombre de España.

SOBRE EL AUTOR
Sergi Doria

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