El recuerdo califica nuestra existencia
Todos podemos concursar para la inmortalidad del recuerdo y en función de cómo viviremos, el recuerdo que dejaremos de nosotros será positivo o negativo
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Iniciar sesiónTodos nos hacemos preguntas existenciales a las cuales tenemos dificultad a responder de manera racional. Dos son las más relevantes: ¿cuál es el significado de la vida? ¿Existe otra vida después de la muerte? Encontrar el sentido de la vida no es nada fácil, pero ... aceptar la muerte es muy difícil.
La reflexión quiere valorizar el «recuerdo» que dejamos de nosotros cuando la vida se apaga, un recuerdo que mide y califica nuestra existencia. Los seres humanos estamos en una búsqueda continua de respuestas existenciales a las cuales tenemos dificultad a contestar.
Estos interrogantes sin respuestas nos dividen en ateos, filósofos o religiosos. Todas las religiones y las filosofías nacen para ofrecer respuestas a los interrogantes ligados a la vida y a la muerte.
Encontrar un descanso en las religiones o en las filosofías, creer o esperar que exista otra vida después de la muerte es una forma de alivio. El miedo a la muerte se contrapone al deseo de inmortalidad que es la aspiración. Con la filosofía fortificamos nuestro interior y con la religión y la Fe encontramos el trámite a la vida eterna.
Reflexionando sobre estos temas existenciales he llegado a la conclusión de que el «recuerdo» es quizás la forma más tangible de construir en nuestra vida, nuestra inmortalidad. El recuerdo que dejamos de nosotros cuando ya no estamos en vida es una forma de seguir viviendo, una manera de superar el vacío que nos produce la idea de la muerte y es la única forma medible de inmortalidad que está en nuestras manos.
Depende de nosotros saber conquistar el recuerdo de nuestros familiares, de nuestros amigos, de nuestros vecinos, de nuestro pueblo, de nuestra nación, etc. Serán nuestros comportamientos, acciones y iniciativas que determinarán el tipo de recuerdo, su extensión en el números de personas, su intensidad y duración en el tiempo.
Centrarnos en lo que somos, qué queremos ser en nuestra vida y en lo que queremos aportar, es la vía. Cuanto más positivo habrá sido el impacto de nuestro propósito vital, más seremos recordados y conquistaremos la posibilidad de vivir más allá de nuestra muerte física .
Todos podemos concursar para la inmortalidad del recuerdo y en función de cómo viviremos, el recuerdo que dejaremos de nosotros será positivo o negativo.
En el recuerdo positivo la inmortalidad será un premio, en el negativo una condena, aún peor es el olvido porque será una muerte doble. El recuerdo tiene entonces mucho valor, es el fruto de nuestra vida, nos proyecta en el después y nos da una forma tangible de inmortalidad.
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