Tiempo recobrado

El pacto que imponen los números

El escenario que emerge de las urnas suscita muchas preguntas y ninguna respuesta

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Lo dijo Eurípides: lo esperado nunca sucede, es lo inesperado lo que acontece. Los hechos son con frecuencia una combinación imprevisible del azar y la necesidad. Esto es enteramente aplicable tanto a la vida como a la política.

Las encuestas fallaron ayer al ... minusvalorar la fuerza electoral del PSOE y sobrestimar los votos del PP. El escenario que sale de las urnas abre una profunda incertidumbre sobre la gobernabilidad de este país, con un Feijóo sin apoyos suficientes para ser nombrado presidente del Gobierno. En sentido contrario, tampoco Sánchez tendrá nada fácil reeditar su mayoría parlamentaria. Todo apunta a un bloqueo que podría conducir a unas nuevas elecciones generales.

El escenario que emerge de las urnas suscita muchas preguntas y ninguna respuesta. He aquí algunas de ellas: ¿Por qué han errado los sondeos? ¿Dónde ha estado el fallo? ¿Son fiables las encuestas? ¿Por qué Sánchez ha aguantado a pesar de su notable desgaste? ¿Ha funcionado su estrategia de meter miedo con Vox? ¿Qué ha pasado desde las pasadas municipales? ¿Es Feijóo el líder que necesita la derecha? ¿Facilitará Sánchez su investidura? ¿Hay garantías de que la legislatura dure un tiempo razonable? ¿Vamos hacia otras elecciones? Muchas incógnitas y ninguna certidumbre.

Cualquier análisis corre el riesgo de ser equivocado, pero si hay algo que se puede afirmar es que ha producido un cambio de paradigma en la política española. Las dos últimas convocatorias electorales tuvieron que repetirse y ahora se abre de nuevo esa posibilidad. El sistema de alternancia bipartidista que funcionó en España desde 1977 a 2015 es cosa del pasado. Hemos entrado en la era del equilibrio entre bloques.

Esto comporta la exigencia de una nueva forma de hacer política y yo diría más: pone sobre la mesa la necesidad de una cooperación entre PSOE y PP. Esto suena en España a quimera, pero la realidad de la aritmética electoral obliga a considerar un entendimiento entre las dos grandes formaciones.

La paradoja es que todo indica que Sánchez y Feijóo no se fían el uno del otro, ni van a llegar a ningún tipo de pactos. Por el contrario, el equilibrio entre bloques augura una mayor tensión y una agudización del cainismo que ha dominado la campaña. Más de lo mismo.

Hay muchas razones para ser pesimista por los resultados de ayer porque corroboran que vivimos en un país dividido y enfrentado. La izquierda considera una catástrofe que gobierne la derecha y también al revés. Estamos condenados a las trincheras y al no es no. Y esa dinámica sólo se puede romper si Sánchez y Feijóo tiran a la papelera sus diferencias, olvidan el pasado y se dan la mano para responder a los retos del futuro. Muy difícil, pero no imposible, ese pacto de Estado que imponen los números y el interés de la nación.

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