LA BARBITÚRICA DE LA SEMANA

La palabra del año

El vocablo que define 2023 remite a lo irreconciliable

La Saeta Rubia, capitán (23/12/2023)

Carrusel político (16/12/2023)

Yo polarizo. Tú polarizas. Él polariza… Desde hace una década, la Fundación del Español Urgente (FundéuRAE) escoge la «palabra del año», aquella expresión que repetimos, invocamos y hasta perpetramos ('uberizar' estuvo entre las finalistas alguna vez) lo suficiente como para considerarla representativa de un ... momento. Este 2023, sus responsables eligieron «polarizar», en su acepción «orientar en dos direcciones contrapuestas». El vocablo que resume la esencia del año que hoy llega a su fin remite a la idea de la tensión o el enfrentamiento entre posiciones irreconciliables.

Además de su interés lingüístico, el otro motivo para la elección de este término fue su «elevada presencia en los medios de comunicación» durante los doce últimos meses. «Aplicada a la política y al ámbito ideológico, al mundo deportivo, al debate en las plataformas digitales y, en general, a cualquier escenario en el que sea habitual el desacuerdo, la voz polarización se ha extendido a lo largo de 2023». Una palabra para designar a los que no consiguen ponerse de acuerdo o incluso a los que hacen de ello una forma de ganarse la vida da qué pensar. Si a eso se añade que entre las candidatas estaban «amnistía», «guerra» o «humanitario», ya sólo quedaría recuperar «postverdad» para empeorar la 'foto finish'.

La idea de una palabra que todos hemos invocado de manera insistente en un periodo específico, enuncia una situación. Alude a algo que ha traspasado la membrana de las redes sociales y los medios hasta llegar a la vida cotidiana. Es la incursión de lo público en nuestra esfera doméstica. La usamos porque nos describe o nos interesa. Un repaso a las expresiones elegidas en los últimos años hace más contundente el balance. La primera de ellas, en 2013, fue escrache. A esa siguieron selfi, en 2014; refugiado, en 2015; populismo, en 2016; aporofobia, en 2017; microplástico (2018), emojis (2019); confinamiento (2020); vacuna (2021) e inteligencia artificial (2022).

El vocabulario que retrata la discusión pública desde hace una década se mueve entre los extremos. Del escrache, la modalidad activista del aquelarre y fase previa a la cancelación, hasta las formas más elementales de dar la espalda al otro, ya a sea con selfi o el emoticono como simplificación máxima de ideas y sentimientos. Hemos atravesado una pandemia y puede que nos hayamos vacunado contra el Coronavirus, pero no contra la enajenación. La polarización como sustantivo pone de manifiesto la imposibilidad de los puntos intermedios y una apreciación frentista del mundo.

El lenguaje retrata. Es el laboratorio donde se inauguran determinados combates o fenómenos. Las palabras, cuando se usan con un propósito específico, activan una lógica. Cancelan. Señalan. Inducen. Son un espejo de nuestras propias deformidades o de aquellas con las que otros desean que nos auto percibamos. La polarización como sustantivo remite a la hiperventilación, sobreexcitación, a la falta de sosiego y la elección visceral de decisiones que no asumiríamos en otras circunstancias. Para avanzar necesita cada vez más líneas alrededor de las cuales repartir bandos y, por supuesto, de reclutadores que los organicen.

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