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En su propia trampa
Pedro Sánchez va a necesitar no un genio como el de Shakespeare, sino un santo milagrero para conseguir salir del lío en que se ha metido
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Iniciar sesiónSería un buen momento para preguntar si Pedro Sánchez tiene miedo a otro cara a cara con Alberto Núñez Feijóo, tras haberle denegado el duelo cuando el líder del Partido Popular se lo propuso la semana pasada a través de una carta, en plena euforia ... por haber creído tener ganadas las elecciones y tener el PSOE menos escaños y menos votos. Pero sería ponerse a su nivel, que anda bajo mínimos, e intenta recuperar posiciones con un recuento de los votos nulos en la Comunidad de Madrid llegados del extranjero. Eso sí que es imitar a Donald Trump y acusar indirectamente a nuestro sistema electoral de no saber contar bien, o algo peor.
Lo evidente es que el aún presidente del Gobierno busca desesperadamente la forma de continuar siéndolo a cualquier precio, a medida que sus apoyos parlamentarios disminuyen y los de su rival aumentan, como el precio que le piden los dispuestos a mantenerlo en el poder. Que es la madre del cordero. Un referéndum de autodeterminación y la amnistía de los que escaparon de la quema tras haber fracasado su golpe separatista del 1-O siguen siendo las exigencias de quienes tienen en su mano su suerte o su desgracia. Todo esto nos recuerda el argumento del drama de William Shakespeare 'El mercader de Venecia'. Antonio ha pedido prestado dinero a cambio de que, de no devolverlo, tendría que entregar al prestamista, Shylock, una libra de su carne. Tal situación se produce, y sólo el talento de Shakespeare logra sacarle del apuro, aunque la mayoría de las historias del dramaturgo de Stratford-upon-Avon venían circulando, sin su grandeza, por aquella Europa que alumbraba el Renacimiento, y aún nos deslumbran.
Pedro Sánchez va a necesitar no un genio como el de Shakespeare, sino un santo milagrero para conseguir salir del lío en que se ha metido, pactando con los que quieren trocear España y, en el mejor de los casos, mantener sus privilegios. Pero no se rinde, eso hay que reconocérselo, y busca la forma de escapar. Últimamente ha dejado correr la voz de que su objetivo es la federalización de España. No han leído ustedes mal. Está incluso en los periódicos afines. O sea, retroceder un siglo o más, él, al que durante la pasada campaña electoral no se le caía de los labios otra la palabra que 'futuro'. Algo que rechazan los propios secesionistas, que aspiran ser más que españoles. ¿Qué? Ni siquiera se ponen de acuerdo entre ellos, con Esquerra Republicana y Junts, el partido de Carles Puigdemont, en horas bajas y peleados por el liderato del catalanismo. Menos todavía quieren a Yolanda Díaz, con los grupúsculos en su entorno, comunistas incluidos. El único lazo que les queda es el odio compartido a Vox. Mucho tendrá que equivocarse Santiago Abascal para que se impongan.
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