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Más peligro que nunca
Cuanto más nos acerquemos a un triunfo ucraniano, más posible será que Putin eche mano de armas nucleares tácticas
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Iniciar sesiónCuando las kilométricas columnas de blindados rusos irrumpieron en Ucrania, allá por finales del pasado febrero, con el estúpido y mentiroso argumento de «salvarla», nadie podía suponer que antes de un año, la mayora de esos tanques serían poco más que chatarra en las cunetas ... ucranianas, con sus tripulantes dentro. Y el que menos podría imaginarlo era el autor de tamaña barbaridad. Vladímir Putin pensaba que en unas semanas a lo sumo, habrían tomado la capital, Kiev, donde por entonces ya mandaría un siervo suyo.
Pero lo que ni sus más desesperadas pesadillas incluían era que los ucranianos bombardeasen territorio conquistado por los rusos, y causando centenares de bajas entre sus tropas, como acaba de ocurrir en la localidad de Makiivka, donde estaban acantonados reclutas en la región de Donetsk. Sin que Putin puede hacer otra cosa que redoblar sus bombardeos de las ciudades y centros neurálgicos ucranianos para matar civiles y dejar sin luz ni agua a los supervivientes en el crudo invierno. Pero dejándose buena parte de sus drones, cazados en vuelo por las defensas antiaéreas ucranianas. Si de lejos parece una lucha de David contra Goliat, de cerca es una guerra entre el Este (Rusia) y el Oeste (Estados Unidos y Europa), poniendo su tecnología, mientras Ucrania pone algo mucho más valioso: los hombres, aunque las mujeres también participan, aguantando como pueden, cuidando a los niños y manteniendo la moral.
Tanto las armas ofensivas como defensivas que usan los ucranianos son mejores que las rusas, al ser mejor su tecnología, para detectar y machacar al adversario. Es por lo que el balance de esta guerra se ha dado la vuelta. Los primeros que se han dado cuenta son los más poderosos aliados de Putin, que ven en peligro sus planes para convertirse en la primera potencia mundial. De ahí que Xi Jinping se haya ofrecido a Putin como mediador en la crisis, mientras los sátrapas que el Kremlin tiene en las repúblicas satélite, como Chechenia y Bielorrusia le animan, al temer por sus puestos.
Lo malo es que Putin no es hombre de compromisos y, menos, de concesiones. Él es el primero en saber que le costaría no ya el cargo, sino probablemente también la vida. Lo que significa que cuanto más nos acerquemos a un triunfo ucraniano, más posible será que eche mano de armas nucleares tácticas, como ha venido amenazando desde que comenzó la invasión. Qué ocurriría luego nadie lo sabe, aunque una vez en ese camino, es difícil detenerse. Es hora más que suficiente de que los hombres más prominentes de la izquierda demuestren ser lo que proclaman convenciendo al nuevo zar ruso de que seguir en el Kremlin no vale una hecatombe nuclear.
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