la suerte contraria
No es solo logística: es la soberanía
Con que un solo español no pueda votar por que el Estado no ha podido garantizar su derecho, el escándalo sería mayúsculo
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Cambio de estrategia (12/7/23)
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Iniciar sesiónSI, como parece, llegara a haber un solo español que no pudiera ejercer su derecho al voto, las elecciones no serían válidas y habrían de paralizarse hasta que el Estado pueda garantizar que todos aquellos que tengan derecho a votar y quieran hacerlo, puedan. ... Todo este –bendito– invento en el que vivimos instalados se basa en el concepto de soberanía, que es, sin duda, el concepto que más claro me quedó de mi breve paso por Derecho, además de la importancia de tener treinta y una 'de mano'. El poder reside en el conjunto de la nación española del que emanan los poderes del Estado. Los diputados no tienen poder 'per se' sino porque se lo ha dado el pueblo español al elegirlos como sus representantes. Pero ojo: se los da todo el pueblo español, no una parte, no unos cuantos elegidos, no una muestra aleatoria más o menos 'tezánica'. Si los resultados de las elecciones no tienen en cuenta la voluntad del pueblo español en su conjunto, los resultados no serían válidos, abriéndose una crisis de legitimidad sin precedentes y de consecuencias incalculables. Dicho de otro modo: si Feijóo o Sánchez pudieran formar gobierno, pero lo hicieran gracias a unas Cortes que emanan de un proceso en el que medio millón de personas no habrían podido votar, no solo estará cuestionada su legitimidad, sino también su legalidad, puesto que el proceso no habría contado con las garantías y no se habrían dado las premisas necesarias. No me quiero imaginar las revueltas, los gobiernos legitimos paralelos y las consecuencias en formas de tarados rodeando el Congreso.
Los que ganan argumentarán que los votos que faltan son de todos, por lo que el resultado final no se vería alterado. Y los que pierden, dirían lo contrario. Por ello, si no consiguieran llegar a tiempo para garantizar que puedan votar todos y cada uno, habría que posponer las elecciones hasta que el Estado pueda garantizar que tiene los medios suficientes como para organizarlas como un país civilizado y no como un país de chichinabo en el que un presidente disuelve las Cortes y llama a los ciudadanos a votar sin tener la capacidad de organizarlo. El ridículo sería histórico, con la humillación extra de tener que ver a los observadores internacionales sacándonos los colores como a una tribu de salvajes. Pero es que, para ello, no hace falta que no puedan votar el millón que, a falta de tres días, no ha podido votar. Ni medio millón. Ni cien mil ni mil. Con que un solo español no pueda votar por que el Estado no ha podido garantizar su derecho, el escándalo sería mayúsculo y pondría en entredicho la democracia desde su origen y desde su fuente de legitimidad. Y no vean conspiraciones: solo una inmensa chapuza de un gobierno desastroso hasta el final. Que la Junta Electoral Central actúe ya y amplíe el plazo lo que sea necesario. Cualquier otra alternativa sería un escándalo y todos los partidos serios deberían impugnarlo. Y perdón por la seriedad, no les corto más el rollo. Sigan, por favor, con esa sangría.
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