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la huella sonora

El señorito que nos salvó del señorito

Conviene releer a Ussía para recordarnos que se puede ser español sin pedir perdón, elegante sin pedir permiso, castizo sin ser cateto y culto sin ser cursi

José F. Peláez

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Yo recuerdo aquellos veranos en Suances, cuando aún éramos felices y el mundo iba a ser un eterno viernes por la tarde. Mi amigo Gonzalo leía ABC cuando yo solo leía Mortadelo, pero recuerdo que en sus páginas aparecía Alfonso Ussía como un presagio. Yo ... lo conocía porque mi madre lo oía por la radio en la cocina, era la época en la que los niños todavía podían ponerse malos y las madres aún podían entrar en las cocinas. Mi primera imagen de él fue su plumilla. Eran los tiempos de Mingote y la grapa del periódico y aquel tono de voz, aquella media sonrisa y esos ojos achinados se me metieron en el estilo. Luego pude verlo en la tele, convirtiendo su voz y su tinta en la verdad en tres dimensiones. Y el resto ya lo saben.

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