el contrapunto
Sánchez instaura la corrupción integral
En términos políticos el pelotazo de Begoña Gómez puede y debe calificarse de escándalo sin paliativos
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Llegó a la Moncloa por el atajo de una moción de censura presuntamente destinada a regenerar la vida pública y ha elevado el concepto «corrupción» a una categoría desconocida hasta ahora, que lo abarca todo, desde la política, en el sentido más noble de ... la palabra, al partido, sin olvidar a la familia. ¡Qué paradoja siniestra o más bien qué «parajoda», como diría nuestro Nobel, Cela.
Pedro Sánchez ha conseguido lo que nadie había logrado: instaurar en España la corrupción integral. Al amparo de su poder, su esposa, Begoña Gómez, ha escalado de manera vertiginosa en su carrera profesional, no sin incurrir en ciertas prácticas merecedoras de una imputación por parte del juez Peinado, cuya investigación era avalada esta misma semana por la Audiencia Provincial de Madrid al detectar claros «indicios de delito» en la conducta de la investigada. Y eso que todavía no se conocía uno de sus negocios más lucrativos; a saber, la obtención de un 'software' valorado en 150.000 euros, elaborado gratis total por las tres mayores empresas tecnológicas del país para su máster de la Complutense, y la posterior inscripción de esa valiosa herramienta a su nombre (Begoña Gómez) en la Oficina de Patentes y Marcas. Un pelotazo en toda regla, que la justicia estudiará, junto a los otros, con arreglo al Código Penal, pero que en términos políticos puede y debe ser calificado de escándalo sin paliativos. O sea, que Sánchez tiene la corrupción metida en casa, encarnada en su mujer imputada, y no solo no dimite, como sería de esperar en un verdadero demócrata, sino que lo oculta mientras puede y nos monta el numerito del marido enamorado. Suma y sigue.
Corrupción hedionda es la involucrada en el llamado 'caso Koldo', que implica a varios presidentes autonómicos, ministros y altos cargos socialistas. Saqueo de los fondos públicos aprovechando una pandemia. Compraventa de mascarillas defectuosas a sabiendas de que lo eran, poniendo en riesgo la salud de los ciudadanos para beneficiar a algunos amiguetes. Corrupción de la de toda la vida, que en honor a la verdad debería denominarse 'caso Pedro'.
Y corrupción todavía más nauseabunda, corrupción de la palabra dada a los electores, del juramento efectuado al tomar posesión del cargo, de la lealtad debida a la nación que tiene el honor de representar, es la aprobación de la ley de Amnistía. Una puñalada trapera propinada por la espalda a la Constitución, a la igualdad de todos los españoles, al imperio de la ley, base del Estado de derecho, a la dignidad y a la decencia. Un acto tan vil, tan deshonroso, que su principal impulsor y beneficiario, Pedro Sánchez, ni siquiera tuvo el coraje de asistir al debate previo a la votación y dar la cara ante los representantes de la soberanía nacional que traicionaban sus diputados, obedientes a la voz del amo. Corrupción en estado puro.
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