Columnas sin fuste
Igualdad ante el datáfono
El hombre esgrimía la tarjeta y lanzaba una mirada directa a los ojos y el corazón del empleado
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónLa Igualdad consigue pequeñas conquistas en las que ni siquiera repara el Ministerio de Irene Montero. Son pequeños cambios, ellos dirían 'avances'. Uno, por ejemplo, lo observamos a la hora de pagar, a la hora de la verdad, cuando aparece el datáfono. Si los consumidores ... son un hombre y una mujer, quizás en una cita, y los dos hacen el gesto resuelto de sacar la cartera, señal de que la confianza aún no es grande y los roles 'pagatorios' están confusos, el camarero se enfrenta a una situación difícil:
—Pago yo.
—No, no, de ninguna manera; pago yo.
Se establece un duelo de rumbosidades. Este duelo podría darse entre hombres, pero nos interesa especialmente cuando afecta a un hombre y a una mujer porque es aquí donde se observa el cambio. Antes, el hombre podía imponerse. Su vehemencia pagadora, sincera o no, buscaba la comprensión del camarero. El hombre esgrimía la tarjeta y lanzaba una mirada directa a los ojos y el corazón del empleado, y en esa mirada había una petición de auxilio que no era ya la del cliente, sino la del hombre ante otro hombre. Se apelaba a una solidaridad masculina. El deseo de pagar se hacía así todo exigencia de rol, virilidad, vergüenza torera y el hombre se ponía serio: «No, insisto, pago yo», y por dentro el pensamiento añadía: qué cojones.
Esto venía siendo así. El hombre o mujer del datáfono, que es el empleado en el grado cero de la expresión (como cuando toca poner el PIN y se enajenan), abandonaba su neutralidad y cedía ante el deseo varonil de apoquinar, pero esto cambió y ahora, si hombre y mujer realizan el acto expreso, si ambos protestan y muestran entusiasmo pagador, los camareros refuerzan su hieratismo, se hacen estatuas y miran al infinito para no tropezar con la mirada implorante del hombre que se juega la (vieja) masculinidad. No miran a los ojos, no quieren saber nada, y hacen un gesto que es triunfo pleno de la igualdad: orientan el datáfono justo en la bisectriz del ángulo hombre-mujer, en el punto intermedio entre los dos, para desentenderse y que pague (¡triste competencia!) el más rápido con la tarjeta.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete