EDITORIAL
El poder sin contrapeso de Musk
El episodio de la guerra de Ucrania y Starlink, la empresa de internet satelital, demuestra que las corporaciones tecnológicas están cambiando el curso de la historia
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Iniciar sesiónuNA biografía de Elon Musk escrita por el periodista Walter Isaacson ha expuesto una intervención decisiva del multimillonario en el curso de la guerra provocada por Rusia en Ucrania. Según el libro y las precisiones que posteriormente ha hecho Musk en la red social X, ... antes conocida como Twitter, el multimillonario se negó a habilitar la cobertura de su red satelital Starlink en zonas de Crimea para evitar que Ucrania la empleara para atacar con drones a la poderosa Flota rusa del Mar Negro. Por lo visto, Musk tomó la decisión después de que el embajador de Rusia en EE.UU. le dijera que un incidente así podía derivar en una represalia nuclear rusa. Starlink es una malla espacial que en julio pasado estaba formada por 4.519 minisatélites en órbita destinados a proveer de internet a zonas de la Tierra que difícilmente cuentan con cobertura por razones geográficas o políticas. Cuando Rusia invadió Ucrania, en febrero de 2022, Moscú hackeó la red telefónica de Kiev y dejó incomunicado el país. Musk ofreció entonces su sistema Starlink, que puede funcionar con baterías recargables. Según el propio multimillonario, se han enviado a Ucrania 25.300 terminales.
El episodio ha iluminado el enorme poder que el talento y la visión futurista de Musk han depositado en sus manos. Pero también ha expuesto los riesgos y peligros de que todos estos recursos estén al servicio del criterio de un solo hombre. Aunque sea invocando un noble objetivo como la paz mundial o evitar un holocausto nuclear, las empresas dedicadas a las telecomunicaciones han tenido vedado hasta ahora juzgar o decidir sobre los contenidos que circulan por sus redes. El hecho de que la cobertura en una determinada región, como en este caso era Crimea, estuviera operativa o no (o formara parte del contrato de servicios, como ha dicho el empresario) resulta irrelevante puesto que la indisponibilidad se transforma en una forma de censura por parte del proveedor cuando decide juzgar antes los propósitos del usuario como ha reconocido Musk que hizo.
Para los antiguos griegos, el destino era una fuerza cósmica que determinaba el curso de los acontecimientos más allá del control humano e incluso de la acción de los mismos dioses. Hoy, da la impresión de que las nuevas corporaciones tecnológicas, de las que Elon Musk controla un buen puñado (SpaceX, Starlink, Tesla y Twitter), cumplen esa función supraolímpica del destino griego por encima de los Estados modernos. El efecto resulta todavía más impactante cuando vemos que Musk está operando a sus anchas en dos territorios que carecen de ley o que se rigen por normas peculiares, como son el espacio exterior y la guerra. Esto le plantea desafíos y lo sitúa frente a contradicciones que los demás humanos estamos lejos de conocer, pero cabe preguntarse si no resulta irresponsable permitirle que juegue a ser dios, como le han reprochado los ucranianos que afirman que desde esa flota rusa se atacó después a las ciudades ucranianas.
Lo ocurrido, además, pone de relieve que es prácticamente imposible que una tecnología sólo sirva determinados intereses, como quiere presumir Musk al afirmar que Starlink debe servir propósitos pacíficos. Una vez que se ha creado la red satelital, ya ha cambiado la realidad del mundo y necesita ser gobernada con reglas racionales y justas.
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