Editorial
Una España sin bloques
Feijóo planteó a Sánchez apoyo para gobernar durante dos años, rompiendo la política de bloques y apostando por los grandes acuerdos de Estado
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Iniciar sesiónAlberto Núñez Feijóo expuso este martes a Pedro Sánchez un plan de gobierno para el que solicitó el apoyo del Partido Socialista. La premisa de la que partía el ofrecimiento resulta irrefutable: durante cuarenta y cinco años de democracia, nunca ha gobernado un partido político ... que no haya sido el más votado. En su propuesta, el líder de los populares ha establecido las bases de un pacto entre ambas formaciones que estaría vertebrado en torno a seis grandes acuerdos de Estado: regeneración democrática, Estado de bienestar, saneamiento económico, familias, agua y territorio. El plan diseñado plantea una legislatura corta, de dos años, después de la cual podrían convocarse elecciones o revalidar este u otro acuerdo nuevo. Acierta el PP al escenificar esta oferta y al subrayar su antagonismo con la hoja de ruta que ofrecerán los socios de Pedro Sánchez y que pasa por desdibujar, necesariamente, la igualdad jurídica y fáctica entre los ciudadanos de España y un debilitamiento del Estado de derecho.
El encuentro entre Feijóo y Sánchez es, además, un síntoma de rigurosa normalidad democrática. Que los líderes de los dos partidos que representan las dos opciones políticas mayoritarias de nuestro país se encuentren y sean capaces de dialogar debería ser algo mucho más frecuente de lo que hemos visto hasta ahora. La propuesta presentada por Feijóo debe saludarse, en primer lugar, porque rompe la división existente entre bloques que inevitablemente está creando una fractura social y una erosión de la conversación pública. El tono del documento, e incluso la preocupación por anclar la estrategia en precedentes históricos como los pactos de La Moncloa, como se veía en la foto de portada, recuerda en su talante a las medidas presentadas en el Oratorio de San Felipe Neri en enero. La vocación regeneracionista del documento y la enumeración sumaria que realiza de los grandes problemas de Estado es, sin duda, meritoria. Por todo ello, hay que reconocer que Feijóo ejerció responsablemente la autoridad que le dan sus votantes al reconocer que existen ejes fundamentales sobre los que sería posible y deseable llegar a acuerdos estratégicos con el PSOE.
No es menos cierto, sin embargo, que el plan de los populares todavía se parece más a un desiderátum que a un programa detallado y realista de gobierno. Sólo el número de ministerios, quince, y la duración de la legislatura limitada a dos años son medidas eminentemente claras. Todo lo demás se mantiene en un nivel de inconcreción que requeriría un mayor desarrollo. De aquí a la investidura el Partido Popular debería especificar en qué consisten esos acuerdos y cuáles son las medidas específicas sobre las que pivotarían.
La apelación a la concordia de Feijóo contrasta con la falta de cortesía demostrada por el presidente del Gobierno. Después del encuentro, que apenas duró una hora, Sánchez prefirió que fuera Pilar Alegría quien compareciera ante los medios. En su intervención, la ministra de Educación no dudó en expresarse en un tono impropiamente sarcástico que, inevitablemente, contrasta con la relevancia del encuentro. Una ironía mejorable y juegos de palabras pretendidamente ingeniosos fueron los recursos escogidos por la ministra para confirmar algo que por otra parte ya era conocido. El PSOE preferirá pactar con cualquier fuerza que no sea el PP aun cuando tenga que realizar concesiones incompatibles con nuestro orden constitucional. Desde el martes, al menos, todo el mundo sabrá que existe una alternativa posible que Feijóo deberá concretar en su discurso de investidura.
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