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EDITORIAL

Devastador para la igualdad

Es difícil encajar un discurso tan corrosivo en una democracia europea, salvo que quienes lo pronuncien busquen la quiebra de los consensos más básicos de nuestra sociedad

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Por más que la vicepresidenta Montero quiera desviar la atención sobre su disparatada teoría acerca de la presunción de inocencia, y que este martes haya improvisado unas disculpas en las que volvió a insistir en que la sentencia absolutoria de Dani Alves «es un retroceso», ... sus palabras fueron muy claras y nítidas. No fue un exabrupto ni tampoco un exceso ajeno a la reciente tendencia antijudicial de su partido y de su Gobierno, cuyo presidente pasará a la historia por muchas cosas, entre ellas, la de haber presentado una ridícula querella contra un juez de instrucción de plaza de Castilla. Cuando María Jesús Montero dijo que le parece una «vergüenza» que la presunción de inocencia esté por delante del testimonio de una mujer, estaba expresando una convicción política antidemocrática dominante en el discurso de la izquierda española. La convicción de que la igualdad de derechos y la independencia judicial son vicios de la democracia liberal. Una y otra son las piezas de esta cacería dialéctica desatada por la absolución de Dani Alves, pero larvada y gestada desde hace mucho tiempo. Es imposible afirmar un discurso de igualdad entre hombres y mujeres si lo que se defiende es la prevalencia de una denuncia no solo frente a la prueba practicada en un juicio oral y público, sino frente a la mismísima presunción de inocencia, que forma parte del núcleo de derechos fundamentales de la democracia occidental, junto con el sufragio universal, la libertad de expresión y la libertad religiosa.

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