SIEMPRE AMANECE
El 'number one'
El 'número uno' es perfecto para Sánchez, pues define al que manda y recoge toda su presidencial testosterona
Dile a Bárbara que no llame más
'Follacracia'
No era nada lo de la visita de Delcy y lo llevaba en la mano, presuntamente. El sanchismo no es que mienta, es que va acercándose a la verdad paulatinamente con la inestimable ayuda de los investigadores de la Guardia Civil. Dijeron que a ... la vicepresidenta de Venezuela se la habían encontrado una noche en la pista de Barajas como el que se encuentra a su primo en los congelados. Después nos fuimos enterando que estaba allí, además de Ábalos y Koldo, un tal Víctor de Aldama que hablaba con ella de un 'trapi' de 104 lingotes de oro traídos de Moscú. De pronto, habíamos pasado de estar la órbita de París y Berlín a aparecer en el quicio de una narcodictadura de la mano de un escolta aizkolari. Sánchez, que dijo que no sabía nada, conocía la visita cuatro días antes por un mensaje de whatsapp que le había enviado su ministro advirtiéndole de la llegada de ella. «Bien», respondió. Esto lo sabemos por el informe de la UCO que te cuenta lo que pasó en mi Españita con un nivel de detalle y una amenidad que parece que te lo narra Mary Beard en un documental de romanos.
Aquella noche, cuando aparecieron en Barajas y la policía preguntó que qué demonios era aquel chiringo, Koldo dijo: «Tranquilos, que esto lo sabe el Papa» y Papa en el pedrismo solo hay uno. Lo del caso Koldo –veremos si no termina siendo el caso Ábalos o lo que te rondaré, morena–, viene con todo el paquete de mariscadas, pagos de un chalé para el ministro y, para su amante, un apartamento de lujo con mucama y portero 24 horas en la Plaza de España, donde antes había yonkis y puterío, y ahora viven las amantes de los ministros. Los pisos, las señoras, las comilonas y los apodos son a la corrupción lo que los faros de xenon, la tapicería de cuero y las llantas de aleación a un coche nuevo. A la presidenta del Congreso, que dijo no haber hablado «de nada» con «ese señor», el escolta de Ábalos le pedía reuniones con la trama para conseguir contratos y le decía «cariño». De todos los motes que le han puesto a la tercera autoridad del Estado, este de Cariño Armengol me resulta de lo más lindo. Lo mejor que hacen las tramas es poner motes en clave. A Sánchez le llamaban el «número uno» como si no nos fuéramos a enterar, y Koldo le contaba a Aldama si el 'uno' se iba a reunir o no con Calviño y Ábalos para el rescate de Globalia.
El 'número uno' es perfecto para Sánchez, pues define al que manda y recoge toda su presidencial testosterona de gafas de aviador en el Falcon, físico de machaca y ese swing con el que va por los pasillos del Congreso como si saliera de encestar un triple contra los Celtics. El número uno pone su paquete político encima de todas las mesas y recupera en dos palabras esa jerarquía chulesca y gorilona que en los tiempos en los que en España no sabíamos inglés y usábamos el idioma de Shakespeare para fliparnos, llamábamos 'el number one'.
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