sin punto y pelota

Las tragaderas de los tiquismiquis

En las encuestas, son los grises, los indecisos. Los ocultos. Ni idea de si al PP de los pragmáticos le merece la pena aclararles alguna duda

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A veces tengo la sensación de que ningún periodista conoce a votantes de Vox. Que para ellos son seres extraterrestres, pese a que los gasolineros quieran hacerse selfies con Abascal en la nacional que pasa por Jaén. Les caricaturizan como machistas, sin estudios, nostálgicos ... del caudillo, cazadores, racistas, además de homófobos y practicantes en las vertientes más clásicas del catolicismo, Opus y Legionarios. No dudo que exista ese perfil.

Puedo ser tan rara como para conocer a otros, cuyo retrato comparto por si es de interés sociológico de facultad de Somosaguas. Son los tiquismiquis, si ustedes quieren, que se debaten en la duda de si votar a Feijoo para echar a Sánchez o que Abascal exija al PP la derogación de leyes. Tienen en mente la administración que hizo Rajoy de su mayoría absoluta.

Hay tiquismiquis que no saben si es el PP de Feijoo o el de Ayuso, que caben todos, sí, pero hay posturas distintas. En plena pandemia, el gallego impuso de los confinamientos más duros –a diferencia de lo que hizo la líder madrileña– y cambió la ley gallega de salud para obligar a la vacunación de covid, bajo amenaza de multa. Afortunadamente, el gobierno de Sánchez tumbó aquello en el Constitucional. Mis amigos tiquismiquis no quieren ir a mítines de Vox, por miedo a encontrarse con la realidad de algunas de las caricaturas que se hacen de sus simpatizantes. Se sentirían incómodos con soflamas que señalan a los inmigrantes como culpables de una inseguridad que no es reseñable, en uno de los países con la criminalidad más baja de Europa. Ellos son globalistas, como dicen los de Vox con desprecio: tienen familia extensa de varias nacionalidades por el mundo y son mestizos culturales, más de Pink Floyd que de copla.

Admiten lo visceral que pudiera ser su voto, en caso de decidirse. Están bastante hartos de que se llame negacionista a quien cuestiona que una pancarta con la leyenda «contra la violencia machista» sea más eficaz que un enfoque estrictamente criminológico y científico. No creen que el maltrato a las mujeres se solucione con más presupuesto, ahí están los datos y conocen a hombres que han pasado por calabozo sin merecerlo. Lo comentan con amigos policías, abogados y fiscales. Tampoco ven a Feijoo combativo con el asunto de las lenguas cooficiales y la posibilidad de dar libertad para estudiar en castellano y opositar en igualdad de condiciones en toda España. En Galicia, como recordaba Girauta el otro día, se ha quedado sin plaza una profesora polaca de música por no dominar el gallego.

Los pragmáticos, así les llamaremos, son los que exigen a estos amigos que tengan un poco más de tragaderas, que valoren el objetivo primordial de echar a Sánchez, que todos sus temores es postureo del PP para captar votante socialdemócrata. «Pues no lo sé. Veré cómo me levanto de tragaderas el 23 de julio», contesta un tiquismiquis. En las encuestas, son los grises, los indecisos. Los ocultos. Ni idea de si al PP de los pragmáticos le merece la pena aclararles alguna duda.

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