Política eventual

A Pedro Sánchez lo de la dana casi le pilla en el sarao de la cumbre mundial del clima. Llegó a Bakú para afirmar que el clima mata y esgrimió como prueba a los fallecidos, muchos todavía sin localizar. De lo que no hay evidencia es que asistir a eventos ayude a evitar avenidas mortales en el barranco del Poyo, con unas obras pendientes que diseñan y ejecutan ingenieros, tan aburridos. La cumbre climática de hace unos años organizada a toda prisa en Madrid salió a pedir de boca, de esas bocas que seguro que se llevaron una buena impresión de nuestra gastronomía. Lo nuestro es el sarao, fruto del carácter hospitalario, festivo y resolutivo. Qué orgullo aquel 92, con Curro y con Cobi, sin paridad de género, pero sí periférica: Sevilla y Barcelona. Los de la generación X, la del presidente, guardamos recuerdos de la Expo y de los Juegos como ritual de paso, adolescentes a estrenar con fuegos artificiales, voluntarios en la intendencia olímpica, guías para guiris en Sevilla. Nuestros hijos, sin embargo, han ido a quitar barro y a consolar a ancianos derrotados por un tsunami del que se desentienden los políticos que nos cobran impuestos.

Sánchez no ha escarmentado y 2025 comienza con el anuncio de una cadena de eventos que, como dice mi padre, celebrarán la tromboflebitis que acabó con la vida de Franco en una cama de La Paz. La conmemoración tiene hasta su comité científico. Quizás debata sobre lo que habría durado Franco con suplementos vitamínicos de Ana María Lajusticia, que ha muerto con 100 años.

Se olvida a menudo que todos esos saraos corren a cuenta de los contribuyentes o, como siempre dice Carlos Rodríguez Braun, de «usted, señora». La política eventual es un chollo: pagamos nosotros, se lucen ellos. El procedimiento es más sencillo que reformar el sistema insostenible de pensiones, cómo construimos vivienda asequible o formamos mejor a los docentes de primaria. Recibes patrocinios, que pasan por los interventores con facilidad, y son empresas las que se desloman para que se enciendan las luces de Navidad, se inaugure un congreso, se aplauda un evento deportivo mundial, se hagan fotos de alfombra roja en festival de cine. O pongan escenarios, sonidos, luces, montajes audiovisuales en lo de la tromboflebitis de Franco, aunque, por ahora, no aparece nada en la plataforma de contratación del Estado.

Gobernar debería ser otra cosa. Aburrido. Gris. Eficaz. No una especie de cabalgata de reyes de pega que van regalando saraos con nuestro dinero.