Editorial
La amenaza de Sánchez al CGPJ
El presidente del Gobierno lanza un ultimátum al PP y advierte de que podría sustraer funciones al órgano de gobierno de los jueces si no se llega a un pacto para su renovación
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEn su persistente campaña orientada a debilitar las instituciones del Estado y a sembrar sospechas sobre su normal funcionamiento, el presidente del Gobierno dio ayer un paso más. En esta ocasión, y tras afirmar que en España se han dado «casos de 'lawfare' clarísimos», con ... lo que se acoge a un vocabulario que era inédito en el PSOE, Pedro Sánchez ha lanzado un ultimátum al PP para renovar el CGPJ este mes de junio, advirtiendo de que si no se llega a un acuerdo, podría hurtar al órgano la facultad de realizar nombramientos. Antes de entrar en el fondo del mensaje, que en sí mismo es inaceptable, resulta llamativa la falta de institucionalidad del líder socialista, quien ha preferido plantear su anuncio en una entrevista en RTVE en lugar de hacerlo de forma detallada en el Congreso de los Diputados, Cámara en la que acababa de comparecer apenas unos minutos antes.
Según ha precisado Sánchez, el supuesto «incentivo perverso» que llevaría al Partido Popular a no renovar a los vocales del CGPJ sería su capacidad para realizar nombramientos relevantes, como los del Tribunal Supremo o de los Tribunales Superiores de Justicia. Para desbloquear la situación, el presidente propone sustraer dichas competencias al órgano de gobierno de los jueces para, teóricamente, arbitrar una fórmula más objetiva y transparente. A pesar de que su anuncio ha sido sumamente vago y poco concreto, sí precisó que habría de ser el Congreso, es decir, el poder legislativo que cree controlar, quien debería asumir o refrendar esas funciones, lo que resentiría, de nuevo, la separación de poderes.
En su intervención en la televisión pública, que preside interinamente una militante socialista, Pedro Sánchez retorció el artículo 1 de nuestra Constitución y señaló, errónea e interesadamente, que «todo poder emana de la soberanía nacional, es decir, del Congreso de los diputados». El anacoluto es palmario, puesto que la propia Cámara Baja, junto con el Senado, es uno de los poderes que emanan de la soberanía nacional y, por lo tanto, no puede ser su equivalente ni su fundamento.
Más allá de la confusión conceptual e institucional exhibida por el presidente, es evidente que nuestro país debe desbloquear la situación del CGPJ, pero tiene que hacerlo cumpliendo la doble encomienda que persistentemente ha formulado la Unión Europea a través de los sucesivos informes sobre el Estado de derecho. El imperativo comunitario es doble: deben renovarse los vocales y debe arbitrarse un nuevo método de elección en el que los jueces elijan su órgano de gobierno, preservando la independencia de los tres poderes y respetando así uno de los fundamentos esenciales de cualquier democracia constitucional.
Intentar despolitizar la justicia dotando de más posibilidades de influencia al poder legislativo es un contrasentido. Alguien con la trayectoria de Sánchez, que ha sido capaz de convertir a un exministro en magistrado del Tribunal del Constitucional o en fiscal general del Estado, a un antiguo secretario de Estado en presidente de la agencia EFE, o a un miembro de su ejecutiva en presidente del CIS, debería manejarse con un mayor pudor a la hora de hablar de regeneración democrática e independencia. Es tan visible la injerencia política que entraña el ardid del presidente que, de forma inmediata, la asociación mayoritaria de jueces, la APM, ha considerado esta amenaza como «inaceptable» y un «atropello constitucional». Desafortunadamente, no es la primera ocasión en la que, con una coartada argumental supuestamente regeneracionista, Sánchez intenta colonizar instituciones que deberían ser estrictamente neutrales.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete