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Epílogo y agonía del Zapaterismo

«La buena noticia es que se va; la mala, que no se va todavía. Con su renuncia aplazada, recibida por los suyos con un desapego glacial, Zapatero abre un vacío de poder y convierte al país entero en rehén de su crisis de autoridad política»

POR IGNACIO CAMACHO

LO más llamativo fue el desapego. La gelidez emocional, el glacial desafecto con que la dirigencia socialista recibió el anuncio que llevaba meses esperando. No hubo un solo ademán de disimulo, ni un gesto de compasión retórica, ni un leve lamento postizo, ni mucho menos ... una ritual exhortación a la permanencia; sólo un alivio patente, denso, casi corpóreo, como si las palabras del presidente hubiesen desatornillado una válvula por la que se escapase la presión colectiva acumulada en muchas lunas de desasosiego. Nadie expresó un atisbo de pesar ni dio lugar siquiera por cortesía o por delicadeza a una sospecha de aflicción o de desconsuelo; la consigna del «respeto» a la decisión del líder apenas disfrazaba la manifiesta evidencia de una satisfacción mal enmascarada.

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