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La reprimenda

EL presidente Zapatero parece últimamente empeñado en no dejar escapar una oportunidad de quedar mal en cualquier sitio. Desde que el turno de presidencia europea le ha otorgado visibilidad externa aprovecha la más mínima ocasión para que todo el mundo se entere de lo que ... hasta el 1 de enero sólo sabíamos los españoles. Cuando no exhibe la levedad insustancial de su retórica adanista se atreve a dar en foros especializados lecciones de una economía que desconoce, o simplemente pasea a la intemperie un rancio sectarismo que él entiende como seña de identidad ideológica. Ayer tocó lucir progresismo de salón en la más preclara tradición del doble rasero de la izquierda, enrocado en una coriácea resistencia a denunciar el abuso tiránico de Cuba. Cuando la palmaria persecución de la disidencia ha conmovido ya hasta a irreductibles dogmáticos como el Premio Nobel Saramago, nuestra minerva socialdemócrata persiste en hacerse el sueco ante la flagrante crueldad del tardocastrismo. Lo del sueco es un decir: Suecia hace tiempo que condenó esa siniestra farsa.

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