Represión china en el Tíbet
EL Gobierno comunista chino se dispone a aislar al Tíbet del mundo, un síntoma inconfundible de que se ha puesto en marcha la implacable maquinaria de la represión. Después de sofocar los peores
EL Gobierno comunista chino se dispone a aislar al Tíbet del mundo, un síntoma inconfundible de que se ha puesto en marcha la implacable maquinaria de la represión. Después de sofocar los peores disturbios en veinte años, el Gobierno chino no parece dispuesto a tolerar ... que las inquietudes de los tibetanos y su resistencia a la asimilación cultural pongan en peligro el éxito de la principal maniobra de reafirmación política que serán los Juegos Olímpicos de este año. Expulsar a los periodistas, apagar las cámaras, cerrar el acceso a los viajeros occidentales en el tren que tan pomposamente inauguraron hace unos meses, censurar en lo posible la difusión de filmaciones en Internet: está claro que al régimen comunista no le faltan recursos para intentar ocultar los métodos que utiliza para restablecer el orden.
Evidentemente, los manifestantes han hecho uso de la violencia, lo cual es en cualquier caso inaceptable, pero no se puede decir que sea un sistema muy civilizado el aterrorizar a toda la población con la amenaza de castigos ejemplares a los que no se inculpen voluntariamente ante la Policía, como si por otro lado en un país como China eso fuera una garantía de que no se aplicarán métodos abusivos en las comisarías. En Tíbet el régimen puede intentar ocultar lo que sucede, pero ya no es posible que el mundo ignore que existe un problema al que las autoridades de Pekín no son capaces de encontrar una solución. Pueden taparlo bajo una sucesión de puertas y no lograrán que desaparezca.
La sociedad china es orgullosamente nacionalista, por lo que no es de esperar que las inquietudes de los tibetanos susciten movimientos de apoyo y solidaridad en otras regiones, si no es a través de los tibetanos que vivan allí. Puede que suceda incluso al contrario, que muchos ciudadanos aprueben la brutalidad de la respuesta de su Gobierno en el Tibet. Es posible que logren asfixiar otra vez los movimientos reivindicativos, pero lo que no pueden hacer por este camino es resolver el problema.
La represión en el Tíbet coincide con la ratificación de las principales autoridades del régimen comunista, que por ahora sigue sin contemplar movimientos de apertura política para acompañar sus extraordinarios logros en materia económica. Sin embargo, sus planificadores deberían empezar a considerar que al aceptar participar en los beneficios de la globalización, tarde o temprano deberán consentir las servidumbres democráticas que ello implica, empezando por la posibilidad de ser criticado cuando sus actos no son aceptables. En China no todo es de color de rosa, ni en materia de democracia, ni de respeto a los derechos humanos, ni de respeto al medio ambiente. El régimen comunista había pensado hacer de los Juegos Olímpicos el escaparate del espectacular avance en el camino del desarrollo, pero ahora teme que acabará siendo la exhibición más incómoda de sus grandes defectos.
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