Horizonte
Sin abrigo hace frío
El empeño de laminar la figura del Rey cuenta con innumerables terminales mediáticas, y cada día más
Resulta escalofriante ver cómo se va minando el respaldo institucional a la Corona en los últimos meses. Hemos visto, afortunadamente, una iniciativa de respaldo al papel del Rey Juan Carlos que promovieron el expresidente socialista del Senado Juan José Laborda y la exministra de UCD ... y exdefensora del Pueblo Soledad Becerril, con Eugenio Nasarre, Miguel Ángel Cortés, Pedro Bofill, Javier Rupérez y Beatriz Rodríguez-Salmones en las calderas de un proyecto que recabó más de doscientas firmas de personalidades públicas que habían ostentado un cargo con un nombramiento firmado por el Rey Juan Carlos. Ya comprendo que habrá quien diga que qué menos podían hacer que respaldarle con un documento así. Pero piensen por un momento cuantísimas personas hay, decenas de miles probablemente, que tuvieron nombramientos igual que los firmantes de ese manifiesto que encabezaba Alfonso Guerra y que han preferido guardar silencio.
Resulta especialmente sorprendente el silencio de la infinidad de empresarios que se han visto beneficiados a lo largo de los años del reinado de Juan Carlos I con su empuje para la consecución de contratos. Con alguna honrosa excepción, como Carlos Espinosa de los Monteros, el silencio de los beneficiados es ensordecedor. Y casi todos los que han hecho grandes inversiones fuera de España saben lo mucho que les facilitaba su tarea que el Rey de España apoyara a una empresa. Empresa que generaba riqueza, pagaba impuestos y creaba empleo. El mejor trabajo de un Rey. Pero todo eso se ha olvidado porque ahora tenemos un Gobierno que necesita distraer a los españoles hablando de Don Juan Carlos y no de la crisis en la que estamos sumidos y de la que esta coalición socialcomunista será perfectamente incapaz de sacarnos.
El empeño desde el entorno del Gobierno de laminar la figura del Rey cuenta con innumerables terminales mediáticas -y cada día más-. Como hemos visto en el Reino Unido desde hace décadas, es muy rentable, periodísticamente hablando, arremeter contra los miembros de la Familia Real porque para el público se genera una relación de amor/odio entre el glamour que ve en una Familia Real y el odio que se siente por no tener esos privilegios. Privilegios que están lejos de ser los que muchos creen, como estoy seguro que afirmaría la Reina, que ha conocido las dos caras de la moneda.
Recuerdo un día durante la campaña electoral de 1996 en que almorcé con Luis María Anson y el Rey Simeón de Bulgaria en un reservado de Zalacaín. El director de ABC le quería homenajear. Creo recordar que era la campaña de las elecciones generales de 1996. Ese día cantaba Julio Iglesias en un mitin del PP en Valencia. Simeón preguntó por la marcha de la campaña y las encuestas. Anson resumió todo con algo que a mí no se me había pasado por la cabeza: «En esta campaña la figura del Rey no ha sido cuestionada ni una sola vez. Esa es mi mayor satisfacción». Yo entonces me quedé sorprendido porque pertenezco a una generación que éramos niños cuando se proclamó a Don Juan Carlos Rey. No pensábamos que pudiera haber otra alternativa. Pero eran bastantes los que esperaban con la guadaña en la mano. Y a poco fertilizante que se emplease, era evidente que serían muchos los que se sumasen a la revolución. Dicen que los actos revolucionarios son como drogas: te exaltan, te dan gran vigor, te hacen sentirte superior, con un gran dominio. Pero como con esos barbitúricos, el despertar es muy duro. España tiene una Monarquía envidiable. Pero quieren arrasarla. Son muchos los que dicen que les da igual «el Rey». Uno no se da cuenta del frío que hace hasta que se queda sin abrigo.