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Pecho

El pecho de Sabrina, conmoción nacional aquel año, no tenía coartada política

David Gistau

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Hace poco, durante los rituales nostálgicos por el aniversario constitucional, cuando hasta un 600 con propaganda electoral del 77 fue aparcado en San Jerónimo, pudimos descubrir cuán lejano nos quedaba aquel pecho descubierto de Susana Estrada al recibir un premio del diario Pueblo de manos ... de Tierno Galván. «Tápese, señorita, que se va a resfriar» fue la frase, tan López Vázquez, con la que atravesó el trance el alcalde de Madrid, que en la fotografía aparece sonriente como si fuera consciente de lo que ese pecho iba a ayudar en el tránsito sociológico de aquella España inmediatamente posterior a Franco. Resulta sorprendente que, cuatro décadas después, haya surgido un club de reaccionarios muy atrabiliarios para los cuales aquellos años fueron los de un inmenso y malvado proyecto de ingeniería social que nos apartó de la moral verdadera, que ha de ser restaurada por un campeón cuyo advenimiento no tardará. La Transición pendiente de la extrema izquierda –su purga que aún fantasea con guillotinas y fuegos iconoclastas– sólo tiene comparación posible con la Contratransición pendiente de la extrema derecha. Entre los unos y los otros –los hunos y los hotros– querrían mantenernos aferrados a una costumbre española consagrada durante el siglo XIX de los espadones: detectar el material humano sobrante, el objeto de odio.

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