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Editorial ABC

Nicolás Maduro se instala en la ilegalidad

Convocar una Asamblea Constituyente es un burdo intento de golpe de Estado para tratar de retrasar el definitivo fin del chavismo, algo que hace tiempo que resulta inevitable

Nicolás Maduro, ante un grupo de simpatizantes chavistas EFE

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Nicolás Maduro es la peor caricatura de un Nerón que contempla cómo arde Roma mientras acaricia su lira, la antítesis de un administrador responsable. Por decirlo en términos más prosaicos, ha perdido el juicio. Su decisión de convocar una Asamblea Constituyente es a ... todos los efectos un burdo intento de golpe de Estado para tratar de retrasar su caída, algo que, a la vista de cómo ha dejado al país, hace tiempo que resulta inevitable. Maduro ha obstaculizado de forma ilegal la celebración de un referéndum revocatorio para evitar la convocatoria anticipada de elecciones presidenciales, luego hizo que los jueces a su servicio ordenasen la inhabilitación de la Asamblea Nacional y, tras el escándalo que provocó tamaño desafuero, y después de retorcer todos los argumentos jurídicos, ahora pretende que una asamblea elegida por él elabore una nueva Constitución para Venezuela, sin molestarse en justificar por qué cree que la actual -redactada por su venerado mentor como elemento fundacional de la pretendida revolución bolivariana- ha caducado. ¿Acaso piensa que la nueva puede entrar en vigor sin ser aprobada en un referéndum que obviamente perdería?

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