Vidas ejemplares
Parando el mundo
O alguien imprime cordura, o la histeria del virus hará un gran daño económico
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónUna amiga me cuenta riéndose, pero espantada, una anécdota que le ocurrió en el bar que frecuentaba en un polígono industrial madrileño. En la barra solían colocar un gran bol de patatas fritas para el libre picoteo. Muchos parroquianos metían la zarpa para trincar unas ... patatillas y acompasar el bebercio. Un día se llevó a cabo un análisis. Resultó que el bol contenía restos de catorce tipos de orines. No lo pensamos, pero vivimos en un mundo sucio, lo cual es inevitable, rodeados de bacterias, hongos, virus, microbios. Unos pasan desapercibidos, otros son nocivos. La mitad de los billetes en circulación portan rastro de coca. En los dólares de Nueva York encontraron cien cepas diferentes de bacterias.
Todos los días hacemos docenas de gestos automáticos que pueden comprometer nuestra salud, o que no observan los parámetros ideales de higiene. Cuando subimos a un avión, nos sentamos indiferentes en un asiento sobado por otro y tomamos café sobre una bandejita plegable donde pudo haber estornudado un pasajero con un trancazo épico. En los restaurantes que se quieren modernos se han puesto de moda las mesas sin mantel. Una plaga, pues muchas veces las limpian apresuradamente con gamuzas usadas, que solo logran remover la mugre. Pero papeamos felices, sintiéndonos gente chic. El teléfono móvil, que ya forma parte de nuestra anatomía, es el museo de los gérmenes. Lo apoyamos en cualquier parte y luego no lo llevamos a la boca para hablar. En panaderías de diseño y tiendas de sándwiches siempre me divierte ver al dependiente con las manos protegidas por guantes... llenos de roña y con los que recoge el dinero.
La razonable normalidad con que sobrellevamos todo eso contrasta con la creciente desmesura ante el coronavirus, que según la OMS presenta una tasa de mortalidad similar a la gripe. Juan Gestal, un epidemiólogo de la Universidad de Santiago, comentaba ayer asombrado que «hay que retrotraerse a la Edad Media para ver una cuarentena así». Los expertos recalcan que no hacen falta mascarillas, salvo que estés enfermo. Pero se agotan y hasta se roban (por ejemplo, ayer en un hospital de Vallecas). El respetable hace colas en las farmacias para comprar un protector que le están recalcando que no necesita. Los médicos aseguran que con la llegada del calor se acabará la crisis del Covid-19. Pero no puede haber tranquilidad posible con maratones desaforados en todas las televisiones. Si en una oficina hay una gripe, ni caso. Pero si alguien se contagia de coronavirus se pone en cuarentena a toda la plantilla. Si en el hotel de Tenerife hubiese habido un griposo (o cinco) no habría ocurrido nada. Los huéspedes seguirían con sus vidas.
O alguien impone cordura -los científicos y los jefes de Estado de peso-, o la histeria del virus, el miedo al miedo, puede causar un gran daño económico al lastrar la actividad. El 80% de los casos de coronavirus son leves y la mayoría se curan sin tratamiento. Entonces, ¿qué estamos haciendo? Pues convertir una crisis sanitaria seria en un espectáculo para el mundo insomne de las noticias en bucle perpetuo.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete