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Jueces en la encrucijada

MUY coriácea ha de ser la piel y muy firme la conciencia de ese magistrado del Constitucional cuyo criterio negativo rompe el trabado empate de la discusión jurídica sobre el Estatuto de Cataluña. Porque para resistir la presión que a él y a sus colegas ... les está cayendo encima es menester una estructura moral e intelectual de hormigón armado. El verso suelto del TC se llama Manuel Aragón, es discípulo del profesor Rubio Llorente y fue elegido por el llamado bloque progresista, pero al parecer estima que el rasgo más progresista de un juez es su independencia y no traga la dinámica de hechos consumados que trata de imponer el establishment catalán a base de quejoso victimismo preventivo. Considera su señoría que el pacto constituyente del 78 no ampara el reconocimiento de Cataluña como nación ni otros aspectos de su pretendida relación bilateral con el Estado, de modo que ese contumaz voto desequilibra las fuerzas en el Alto Tribunal y amenaza con un revolcón derogatorio del tinglado soberanista que Zapatero auspició para garantizarse un feudo electoral en el que asentar su hegemonía. La clase dirigente catalana está en un sinvivir ante tamaña osadía y ya no sabe cómo evitar la inaudita posibilidad de que el Tribunal Constitucional se atreva a decidir lo que cabe y no cabe en la Constitución.

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