El ejercito y la Monarquía

También los bomberos, conductores de ambulancia y otros profesionales han tenido su merecido homenaje. Faltaba el de las Fuerzas Armadas y el Rey ha elegido la Pascua Militar, festividad que celebra su estrecha relación con el Estado, para agradecer a los hombres y mujeres que las componen sus desvelos por España y los españoles.

En el pasado, solía decirse que la mejor defensa era estar preparado para la guerra. Es decir, que la mejor vacuna, palabra de moda, es tener un ejército que quitase las ganas de atacarte o arrebatarte un territorio. Hoy las Fuerzas Armadas españolas han ampliado su cometido hasta tal punto que la guerra constituye, afortunadamente, una porción mínima de su cometido, e igual nos los encontramos apagando incendios por nuestra geografía, que auxiliando a los azotados por una riada.

Concretamente, su actuación contra el Covid se ha centrado en la desinfección de centros de mayores, la vacunación de sus efectivos, así como del personal sanitario y, ya que estaba allí, en donar sangre, tan necesaria en los momentos actuales con los hospitales casi llenos.

En la erupción de La Palma ha ayudado a limpiar lava y cenizas allí donde podían y a auxiliar a los lugareños que habían perdido o estaban a punto de perder sus hogares. El Rey añadió a tales misiones las de las Fuerzas de Seguridad que combatieron el terrorismo etarra. Ninguna ocasión más propicia cuando en el País Vasco se multiplican hasta doscientos los homenajes a miembros de ETA que regresan a sus pueblos tras cumplir las condenas por sus crímenes o bien indultados por el Gobierno, algo que merece la repulsa de todas las personas de bien.

«Es esta una jornada de tradición, llena de historia y valores, que me permite exponer mi admiración y afecto por las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil», dijo Felipe VI. Se mantienen así los viejos lazos entre las Fuerzas Armadas y la Monarquía. No porque el Ejército sea monárquico, sino porque hay reyes en España desde aquellos visigodos que aprendimos en el Bachillerato. Se entiende así que quienes odian a la una odien a los otros, pero no conseguirán sus objetivos mientras ambos sigan alerta.