Enfoque
En esta final vamos con Holanda
Ayuda financiera de la UE
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Iniciar sesiónCualquier movimiento de oposición y crítica al Gobierno ha de ser interpretado, por elevación, como una traición al país. Esto lo aprendió Pedro Sánchez del nacionalismo catalán, cuando aquello del relator, y ahora, después de ensayarlo durante el estado de alarma, lo aplica al plan ... de financiación que pide por las ventanillas de Europa, hecho todo un emprendedor. Lo hace sin el apoyo del PP, que prefiere que nos hagan las cuentas en Bruselas que en Galapagar, y con una soledad impostada, porque tampoco quiere llevarse de viaje a Pablo Iglesias, consciente de que al banco o al médico conviene ir aseado, por si te dejan en cueros.
El presidente del Gobierno comenzó ayer en La Haya una gira continental de genuino blanqueo de capitales: se pide en A y se gasta en B. Ese es el negocio, la pyme y la startup de Sánchez, que dice defender los intereses de España cuando lo único que pretende es salvar a un Ejecutivo que, construido sobre el gasto público, la deuda, el déficit y el hachazo fiscal, tendría que deshacer nada más estampar su firma en el folio de las condiciones del préstamo europeo. Sánchez lo quiere todo y lo quiere gratis, cesión que le permitiría seguir en La Moncloa, con su actual Gobierno o con el que buenamente salga de otro abrazo renegociado. A eso se reduce la defensa de España -tan olvidada como la tiene cuando pacta con sus socios- que proclama Sánchez.
Sin condiciones comunitarias no hay reformas, que es como ahora se conocen unos ajustes que antes se denominaban recortes y cuyo envoltorio financiero no deja de suavizarse para consumo del gran público. Pedro Sánchez, sin embargo, no quiere otras reformas que las que figuran en el guion de su coalición con Unidas Podemos, y con eso no te dan un euro en Europa. «Esto de aquí que ve usted es lo que teníamos firmado», dice Sánchez. «Con eso no le llega», dice el de la ventanilla. «Pues ponemos como aval el chalé de Pablo e Irene». «Tampoco». «Le han hecho un montón de reformas». «Que no es eso». En esto aparece el primer ministro holandés, antipático por desinhibido, un hombre cuyas verdades, incómodas, hieren menos que las mentiras de nuestro presidente del Gobierno. De lejos parece un patriota. Responde por el dinero de los holandeses y si lo dejan podría evitar que los españoles perdamos lo poco que nos queda.
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