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El contrapunto

Ganar con un censo amañado

En las urnas vascas barrerán el separatismo de rostro amable y la ETA blanqueada por el infame «proceso de paz»

Isabel San Sebastián

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Recuerdo con dolorosa claridad las elecciones al Parlamento vasco celebradas en 2001. ETA había bañado en sangre los meses previos a los comicios, con una oleada de atentados perpetrados contra concejales del PP y el PSOE. El suyo no era en modo alguno «terrorismo indiscriminado», ... como se nos ha intentado hacer creer despues, sino violencia selectiva, despiadada e implacable dirigida contra los representantes de los partidos constitucionalistas que defendían la libertad en el País Vasco y también, aunque en menor medida, los periodistas que osábamos denunciar la barbarie de la banda y sus repugnantes pactos de auxilios mutuos establecidos desde antiguo con los peneuvistas recogedores de nueces. En ese escenario de terror causado por los pistoleros, justificado sin pudor alguno por sus compañeros de Euskal Herritarrok, hoy rebautizada como Bildu, aprovechado desvergonzadamente por el nacionalismo mal llamado «moderado» y soportado con extraordinario valor por los candidatos de las fuerzas democráticas empeñadas en mantener en pie el Estado de Derecho, fueron a votar los vascos. O mejor dicho, los que aún seguían censados en su lugar de origen, toda vez que más de doscientos mil habían huído a esas alturas de la extorsión y las amenazas constantes del conglomerado etarra. Populares y socialistas concurrían juntos bajo la bandera de la Carta Magna. ETA/EH estaba acaudillada por Arnaldo Otegi, exactamente igual que ahora. Y, atenazados por el miedo a perder el poder a manos del formidable equipo encabezado por Mayor Oreja y Redondo Terreros, PNV y Eusko Alkartasuna habían unido sus fuerzas bajo el liderazgo de Ibarretxe. El resultado fue ajustado, pero acabó imponiéndose el separatismo por un margen de apenas 30.000 votos. Ganó la coacción frente a la valentía. Triunfó la muerte sobre la gallardía. Los verdugos y sus cómplices se apoderaron de las plazas que tantas, demasiadas víctimas habían intentado defender a costa de perder la vida.

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