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El contrapunto

Dimite, Pablo

El auto de García Castellóndeja en evidencia un proceder escandaloso por parte del«azote de la casta»

Isabel San Sebastián

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Si Pablo Iglesias tuviera sentido del decoro y conociera el significado del vocablo «coherencia», habría presentado la dimisión en el mismo momento en que el juez Escalonilla ratificó formalmente la imputación de Podemos por financiación ilegal y delito electoral, hace poco más de una semana. ... Era lo único que podía hacer de acuerdo con su larga trayectoria de inquisidor implacable, azote de la casta corrupta y abanderado de la regeneración, venido a librarnos, decía, de la putrefacción subyacente en nuestra democracia indigna. Pero no solo no dio ese paso, sino que todavía estamos esperando a que diga una palabra sobre esos más de 300.000 euros «distraídos» de sus cuentas como gastos electorales y que en realidad fueron a parar, según la acusación del togado, a la consultora Neurona, gestionada por su fiel escudero Juan Carlos Monedero, en perfecta sintonía con su apellido. En su lugar, fue el inefable Echenique quien levantó la voz para reivindicar el buen nombre de la organización por el procedimiento de emprenderla contra el juez, exactamente igual que ha hecho ahora saliendo al paso de la solicitud de García Castellón al Supremo sin otra baza argumental que la crítica al titular del Juzgado número 6 por seguir su propio criterio e ignorar el de la Fiscalía dependiente del Gobierno. Ya se sabe que la mejor defensa es un buen ataque, sobre todo cuando la ausencia de razones impone el recurso a la descalificación personal. Los portavoces de la formación morada son maestros en ese arte; lo sé por propia experiencia, tras haberles sufrido a menudo en tertulias de televisión.

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