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Editorial ABC

El PNV impone su precio a Sánchez

Con las constantes apelaciones de Sánchez a la «España plurinacional» y dado su estado de necesidad, el PNV eleva el tono de su chantaje

ABC

La deriva del separatismo en Cataluña ha empujado al PNV, de la mano del Partido Socialista de Euskadi y de la marca vasca de Podemos, a presentar un borrador de reforma del Estatuto de autonomía en el que directamente apela a una regulación del «derecho a decidir» y a la anexión de Navarra. Es cierto que el documento está aún en una fase muy preliminar y que hay serias discrepancias entre los socialistas y el PNV a la hora de pactar un texto común que permita superar el Estatuto de Guernica. Pero la línea emprendida por el PNV no deja de ser alarmante, en la medida en que supone otra embestida del nacionalismo secesionista contra el constitucionalismo y la soberanía nacional. La tramitación de esta reforma estatutaria es el precio que impone el PNV a Pedro Sánchez para avalar su investidura y blindar la legislatura. El borrador no deja de ser una mala copia del antiguo «plan Ibarretxe», cuya tramitación fue frustrada por el Congreso en la etapa de Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Sin embargo, con las constantes apelaciones de Sánchez a la «España plurinacional» y dado su estado de necesidad, el PNV ha desempolvado su eterno catálogo de exigencias para elevar el tono de su chantaje. Según el borrador del PNV, las tres provincias vascas forman «parte integrante de Euskal Herria», que es una entidad jurídica, administrativa y territorial inexistente. También pretenden que se atribuya al País Vasco una «identidad nacional» -término que en su día el PSOE aceptó para Cataluña-, y se comprometen a realizar un «reconocimiento mutuo» a España, como si fueran naciones en idéntica jerarquía y estatus institucional.

Lo más grave no es que el nacionalismo vasco, o el separatismo catalán, lo planteen y lo intenten, sino que Pedro Sánchez acepte negociar con esos partidos desde la base de una extorsión política con riesgos palpables para la demolición del modelo constitucional. El PSOE nunca debería sentar las bases, ni siquiera como mera hipótesis, para asumir que en nuestro territorio hay «realidades nacionales» distintas a la de España, o que Navarra pudiese formar parte de la pretendida «Euskal Herria». Sin embargo, Sánchez claudica y su partido negocia en secreto con Bildu los presupuestos de la misma Navarra que los batasunos y el resto de nacionalistas pretenden someter al País Vasco. Frente al independentismo catalán, el nacionalismo vasco aparece ante la opinión pública como un movimiento de moderación política, pragmático y posibilista, y generador de consensos para la gobernabilidad a izquierda y derecha. Sin embargo, de modo recurrente, sobre todo cuando asoman elecciones en el País Vasco, revela su auténtico rostro para exigir lo de siempre una vez más: «Derecho a decidir», «nación» vasca y absorción de Navarra mientras Sánchez calla.

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