Fracasó el intento de golpe laborista
«The Daily Telegraph» publicaba ayer una portada con el titular «Un golpe muy laborista» que resume muy bien lo que habíamos vivido en las 24 horas que van de la tarde del lunes a la del martes. Quizá la explicación más benevolente para Nick ... Clegg sea decir que él necesitaba justificar ante una parte significativa de sus votantes que había intentado un pacto con los laboristas antes de acabar —¡nada menos!— que como vice primer ministro de un Gobierno de mayoría conservadora.
Durante unas horas el giro de los liberales resultó creíble. Pero, analizado con frialdad, no tenía sentido. Una coalición de laboristas y liberales hubiera sido un gobierno de perdedores que hubiese prolongado en el 10 de Downing Street —aunque sólo fuese por unos meses— a un fracasado. Pero el sistema británico no falló ni ante lo que que no tiene previsto: formar una coalición. Cameron explicó a las puerta de Downing Street que que quiere un verdadero Gobierno de coalición —el primero desde 1945— empeñado en la libertad, la igualdad y la responsabilidad de cada ciudadano. Recordó a los británicos que no deben pensar en lo que el país les puede dar sino en lo que ellos pueden hacer por el país, en la mejor tradición de John Kennedy.
Cameron ha logrado una coalición, algo que debe dar una gran tranquilidad a los mercados. La estabilidad de un Gobierno en minoría que tuviera que aplicar unas medidas extremadamente impopulares buscando apoyos externos es una utopía. ¿Quién iba a querer dar el respaldo a cambio de no disfrutar de las mieles del poder? Ahora todos están obligados a arrimar el hombro desde el primer día.
El reto ahora para el sistema británico es gigantesco. Por poner un ejemplo sencillo, el procedimiento de control semanal al Gobierno tendrá que plantearse de otra manera. Nunca ha ocurrido con un Gobierno de coalición. Se creó ese control parlamentario en el gobierno de Harold Macmillan (1957-1963) y una de las preguntas que surgen ahora en un sistema muy partidista es si en las sesiones en las que no está el primer ministro ocupará su lugar Clegg como viceprimer ministro, algo normal en el continente e incomprensible en el Reino Unido. Empieza una nueva era en el mejor sistema parlamentario del mundo.
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