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Antonio Burgos - El recuadro

Fidel olía fatal

A todos nos desilusionó Castro. A toda una generación

Antonio Burgos

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Desde que estuve, niña, en La Habana, comprendí la hermosura que sería aquella tierra linda en libertad. Y desde que conocí en Sevilla a José Miguel Rodríguez, un pintor cubano exiliado desde los primeros tiempos de la Revolución, que había colaborado, como tantos intelectuales de ... la burguesía habanera, con los barbudos de Sierra Maestra, comprendí la cantidad de cadáveres que el tirano Castro dejó en su camino. Aparte de los fusilados en el paredón de La Cabaña, de los expropiados y despojados de sus negocios, de los obligados a dejar su tierra amada y marchar a Miami, el Comandante en Jefe dejó tras de sí algo peor: a los desilusionados. A todos nos desilusionó Castro. A toda una generación de españoles que padecíamos aquí una dictadura y que vimos la llegada de los del uniforme verde oliva a La Habana como una victoria de las libertades, tomando a Batista como un espejo de Franco. Ilusión que allí, desde aquella Nochevieja como con orquesta del Titanic, toda una época de alegre cubanidad de Bola de Nieve, guaracha y son que se hundía, pronto dejaron de tener. Castro nos embaucó a muchos jóvenes estudiantes. Como deslumbró al genial José Miguel Rodríguez, el pintor habanero que tanto colaboró con la Revolución que hasta diseñó el uniforme de los pioneritos y el montaje casi teatral de la entrada de Castro en La Habana.

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