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Familias

La vigencia del imperativo sentimental se nota en que oímos hablar de las familias que dejan atrás y desatienden los fugados y los encarcelados

David Gistau

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Marta Rovira dice que se fuga a Suiza para poder ser la madre de su hija, algo que la cárcel le impediría. Quién no lo comprendería. Sin embargo, podría alegarse que ella misma puso en peligro la posibilidad de ejercer la maternidad cuando subordinó su ... hija a la causa y tomó la decisión consciente de cometer –presuntamente– unos delitos tipificados como graves. Pero lo más probable es que no fuera así. Lo más probable es que, al sospechar la postración y la indefensión del Estado en plena crisis general, Marta Rovira creyera en su impunidad y en el funcionamiento de las coartadas política y sentimental. Exactamente como los otros cómplices de aventura que están igual de atónitos al comprobar los estragos imprevistos que el Estado ha causado en su libertad, en su patrimonio, en sus familias. En pleno sálvese quien pueda, entre fugas, renuncias a los escaños y traiciones al credo como quien hace penitencia ante los magistrados, sigo pensando que el momento exacto en que los independentistas parecieron por fin conscientes de las consecuencias fue el día de la proclamación de la independencia en el Parlamento, cuando cantaron el himno de los segadores con un semblante lívido y atemorizado, como si escucharan ya las pisadas del Estado. Al día siguiente, supuesto hito fundacional de la República, cruzaron ya la frontera los primeros prófugos de la dispersión.

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