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El faisán y el alacrán

HAY que quitarse el sombrero ante la diligencia y premura que ha mostrado el juez Baltasar Garzón para reclamar a los piratas detenidos en el secuestro del pesquero bermeano Alakrana. Incluso en los momentos de zozobra que vive y que podrían poner fin a su ... carrera judicial, esta toga tan manchada por el polvo del camino de la política, no corre sino vuela. Cuando le apetece. Vamos a ver qué pasa finalmente con el Alakrana, secuestrado fuera del llamado perímetro de seguridad impuesto para pescar. Son muchos los que parecen querer culpar ya a los secuestrados. Y ya se oyen por ahí voces que sugieren que los piratas son en general unos patriotas somalíes que defienden su riqueza pesquera del expolio de los pesqueros extranjeros en aguas internacionales. Tiene sus riesgos esa prisa de Garzón y la fiscalía de la Audiencia Nacional por traerse a los piratas para España. Porque ya veremos en qué quedan las negociaciones y cuáles van a ser las cesiones que este Gobierno de España va a hacerles a los piratas. Tendría gracia que una vez aquí los dos filibusteros hubiera que pagarles, unos meses más tarde, los vuelos de vuelta como propina del rescate que cobrarán sus camaradas. Que volverá a ser, como en casos anteriores, una magnífica inyección de medios y prestigio para la industria del secuestro. Y cargará de razones a los pesqueros del País Vasco, nunca muy entusiastas de ondear la bandera nacional, para poner cualquiera menos la que tienen el deber de llevar bien visible. Quien haya visto en los últimos años alguna bandera española en los barcos atracados en los puertos de Bermeo, Ondárroa o Pasajes que nos lo cuente. Ya está claro que llevar la bandera española en aguas internacionales en ciertos caladeros es más peligroso que llevarla en la solapa en el Goiherri.

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