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Una derecha sin complejos

Cuando la derecha apueste por una identidad sin complejos, no sólo ganará elecciones, también liderará el debate social e intelectual

Edurne Uriarte

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En España, hay dos partidos que se pelean por ser reconocidos como los auténticos representantes de la izquierda, PSOE y Podemos, y otros dos partidos, PP y Cs, que aspiran a liderar la derecha, con uno de ellos, Cs, rechazando de plano la identificación con la derecha. Y, lo que es más significativo, con una parte relevante de líderes periodísticos e intelectuales apostando por el liderazgo en la derecha de ese partido que rechaza ser de derechas. Este es el contexto ideológico en el que el PP decide estos días su futuro de liderazgo, de ideas y de estrategia.

No es la corrupción el problema principal del PP, sino el contexto ideológico y periodístico en el que un partido con el mismo problema de corrupción, el PSOE, ha podido obtener los apoyos suficientes para expulsarle del poder en nombre de la corrupción. Y con la ayuda de partidos extremistas e independentistas igualmente afectados por casos de corrupción, además de por propósitos dudosamente democráticos. Y poco ha importado el éxito de la gestión de Mariano Rajoy al frente del Gobierno de España, porque a la derecha le pierde habitualmente la debilidad de su marca, la marca «derecha». La debilidad que explica el auge entre sus votantes de un partido como Cs que rechaza la marca y que tanto ha contribuido a expulsar a la derecha del poder. Y es que el complejo de la derecha no sólo afecta al PP o a sectores del PP, sino de forma aún más fuerte a la derecha periodística e intelectual. De ahí que cuando se le pide al PP apuesta por las ideas, habría que recordar que tal apuesta se debe producir primero en el ámbito intelectual de derechas, más acomplejado que el político.

No mucho tiempo después de ganar por mayoría absoluta las elecciones de 2011, Mariano Rajoy coincidió en una entrega de premios con una famosa y muy progresista actriz que, seducida por la simpatía y conversación de Rajoy, le espetó que estaba sorprendida por lo «normal y encantador que podía ser alguien de derechas». Ella, una mujer cercana a los cuarenta, viajada y supuestamente culta, aún pensaba que las personas de derechas son como los arquetipos aquellos de las viñetas de Forges, o fachas violentos, o empresarios explotadores, o ejecutivos estúpidos. Siete años después, el nivel cultural de nuestro país sigue siendo ése. Y en ese ambiente cultural debe conseguir el PP hacer una apuesta por una derecha sin complejos. Y liderarla sin contar con demasiado apoyo de la derecha mediática e intelectual, tan atemorizada aún por estereotipos y prejuicios como los de la famosa actriz.

Porque hay una sociedad que necesita y desea ese liderazgo de ideas, que busca una identidad de la que no tenga que avergonzarse, que cree en las ideas de la derecha y que reivindica un espacio público y político en el que se sienta representado. Que sí tiene la sociedad de izquierdas en España pero no la tiene la de derechas.

Comienzo mi libro Diez razones para ser de derechas…y atreverse a decirlo con una crítica del continuado uso del concepto centro-derecha entre los dirigentes del PP, y no porque discrepe del sentido de la palabra centro, la apuesta por el diálogo y el encuentro con otras posiciones. La derecha debe ser plenamente centrista en ese sentido, en la apertura de ideas y la ausencia de sectarismo, pero, además, debe apostar por su identidad ideológica, por sus ideas centrales, sin complejos, con la marca derecha a secas. Cuando lo logre, no sólo ganará elecciones, también liderará por fin el debate social, periodístico e intelectual en España.

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