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La Tercera

Colorín colorado

«Da igual que los papis y mamis de la escuela Tàber peguen tijeretazos a los cuentos infantiles donde salgan malvadas brujas, heroicos príncipes y hadas madrinas. Los niños removidos por la emoción y ajenos a las prohibiciones, harán corrillos para contarse los cuentos que han visto en la pantalla. Y los padres y abuelos, en sus casas, leerán cuentos observando las caras de alegría de sus hijos y nietos antes de darles un beso de buenas noches»

Emilio Lara

Me gustan los cines de verano. En julio y agosto voy con un bocadillo y preparado con un cojín para soportar las sillas metálicas. De chico me encantaba ver películas mientras contemplaba estrellas fugaces, comía helados y sorbía refrescos que compraba en el ambigú de ... bombilla roja, como la de los submarinos en inmersión. Allí vi cuentos tradicionales en versiones de Walt Disney que me emocionaban y conmocionaban, pues ambas características tienen los cuentos infantiles. En mi casa escuchaba hasta hartarme cuentos, pues había varios discos y casetes con adaptaciones sonoras que me encandilaban por su teatralidad, sobre todo el de La cerillera, a pesar de que me entristecía. Antes de desflorarme literariamente con libros juveniles de Julio Verne devoré tebeos y cuentos a mansalva que me compraban en los kioscos, y también me fascinaban los cuentacuentos, pues me quedaba boquiabierto escuchando aquellas tremendas y aleccionadoras historias que parecían retrotraerse a la noche de los tiempos, a la época en la que las personas se congregaban alrededor del fuego para pasar el rato y conjurar miedos. De estos cuentos voy a hablar.

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