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«El Baltasar», sin problema

ES terrible que la policía cometa un acto delictivo. En una democracia. Es terrible y trivial. Va en la lógica material de las cosas que el poder abuse de sus recursos. Que abuse infinitamente, cuando ese poder es infinito, como sucede en los Estados modernos - ... sea cual sea su forma política específica-, que son la mayor concentración de poder material y simbólico que ha conocido la historia humana. Es terrible y trivial: no rompe la integridad constitucional, precisamente porque la integridad constitucional prevé esa lógica y fija una red de controles y castigos ejemplarmente duros para tal tipo de violaciones. A eso se llama división y autonomía de poderes, desde que Montesquieu cristalizó su bella fórmula: «es preciso que, por la fuerza de las cosas, el poder contrarreste al poder». Pero, aquí, Montesquieu fue asesinado en los años ochenta por una patulea de analfabetos arrogantes y cursis. Es terrible y trivial que el ejecutivo delinca. Pero, si se da un paso más, si quien incurre en delito -o quien lo encubre- fuera un juez, si lo hiciera al dictado del poder político, y si el delito quedara impune..., entonces sí, la democracia habría sido destruida.

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