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La alberca

Nos tienen abandonados

Portaos bien y haced caso a papá, que el presidente ya no puede hacer más

Alberto García Reyes

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Esta semana, mientras en el Congreso se celebraba un concurso de chillidos, el bar de mi calle ha cerrado para siempre. Puede parecer alegórico, pero se trata de un suceso hiperrealista. El bienestar nos queda cada día más lejos. Ahora el médico nos atiende por ... teléfono y el café nos lo trae un motorista. Sin embargo, los políticos siguen dando funciones diarias de su sainete en mitad de un erial. Son como los jeques que montan una jaima de lujos y excesos en el desierto. Nos tienen abandonados. La pandemia se extiende por el país colándose por las rendijas del caos y ya somos otra vez líderes de Europa en contagios y en ruina. Cada día se echa una persiana nueva en el barrio, muere un vecino más cercano, se le acaba el Erte a otro en el bloque... Y el presidente Sánchez salió ayer para darnos un mensaje abracadabrante. Portaos bien y haced caso a papá, que yo ya no puede hacer nada más. Me recordó a un guardia civil festero que había en mi pueblo. Una noche se formó una juerga en los veladores de la plaza y uno de los de la reunión fue a por la guitarra. El guardia estaba haciendo la ronda por la zona y cuando vio el cachondeo se acercó. En ese momento la vecina del primero, que tenía que levantarse temprano para trabajar y no había podido pegar ojo, se asomó a la ventana con la intención de negociar: silencio o llamo al cuartelillo. Pero la estampa que se encontró la descompuso. El civil estaba con el tricornio en la mano cantando por Bambino. Y la pobre sólo pudo suspirar en su abandono: «Ay, madre mía, ¿y ahora a quién llamo yo?».

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