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Editorial ABC

Fiscal de gabinete

Es una incongruencia insuperable de Sánchez pedir responsabilidad institucional al PP para que pacte la renovación del CGPJ y luego colocar a Delgado en la Fiscalía General

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El paso de Dolores Delgado por la Comisión de Justicia del Congreso de los Diputados se produjo con más pena que gloria, porque su candidatura a la Fiscalía General del Estado es inexplicable. El deseo de Pedro Sánchez de nombrarla para semejante puesto institucional, clave ... en el Estado de Derecho, sólo puede responder a una estrategia de abierta manipulación partidista de la jefatura de la Fiscalía. No se puede aspirar a otra con la exministra Delgado. Sin prestigio ni autoridad entre compañeros fiscales, Delgado representa el activismo político en el seno de la justicia, para lo que es imprescindible no tener buen nombre del que preocuparse. Sólo su pretérita relación con el comisario Villarejo, aliñada con su amistad con Baltasar Garzón, convicto de un delito de prevaricación judicial, sería motivo suficiente para que ningún presidente del Gobierno mínimamente sensato pensara en Delgado para la Fiscalía General. No hace falta que esos vínculos pasados fueran delictivos. Basta con que sean turbios, como lo son. Si a esto se suma la militancia activa de Delgado como ministra y diputada del PSOE contra el Partido Popular, se cierra el círculo de los motivos para concluir que nunca la fiabilidad de la Fiscalía General del Estado había caído tan baja.

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