Accidentes evitables
FRANCISCO PAZ BAEZA
Tras un drama como el que ha segado la vida del pequeño Miguel en la cabalgata de Reyes Magos, mil y una interrogantes nos asaltan impotentes. En un primer momento de desconcierto tendemos a derivar lecciones morales de estas terribles desgracias. Es una reminiscencia judeocristiana ... que permanece muy arraigada en nuestra cultura y en la que no cabe más que la resignación ante un «acto de Dios».
Una segunda aproximación, consecuencia de un importante desarrollo del conocimiento científico y una creciente secularización, lleva a considerar este tipo de fenómenos como simples «accidentes», imprevisibles, impredecibles, siendo el precio que tiene que pagar el hombre por el hecho de estar vivo. ¿Tratamos con estas respuestas de eludir nuestras responsabilidades? Entre el «acto divino» y el «accidente», ¿dónde colocamos el «acto humano»? ¿Lo camuflamos bajo el parapeto de la mala suerte y de la fatalidad? Desde luego, no deberíamos minimizar el factor humano que subyace en todo accidente. En palabras del filósofo Stanley Cavell: «Al no ver nuestras manos en lo que está ocurriendo, llamamos a ciertos sucesos accidentes cuando son la inevitabilidad de nuestros proyectos». Quizá con unas simples vallas hoy podríamos tener a Miguel entre nosotros. ¡Descanse en paz!
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