todo irá bien

Elixir

Enamorarse no es serio, pero a un hombre no le puedes pedir que renuncie al elixir cuando lo tiene entre los dedos

A un amigo que se vuelve a sentir muy joven le digo que es porque un hombre tiene la edad de la mujer que dice su nombre. Entonces me cuenta su historia y celebramos con grandes champanes su recuperada juventud, su vigor, y eso que ... en él estaba parado y se ha vuelto a poner en movimiento como sólo puede hacerlo el amor.

Tenemos los restaurantes, las ciudades, los perfumes y algunas canciones. Tenemos amigos, rutinas, destinos. Pero nada es comparable al sonido de la voz de una mujer mucho más joven diciendo tu nombre, ni nada te hace sentir más invencible que poder darle aún placer y que se licue en tu virilidad. Queremos ser siempre prodigio, suceso. Otra cosa es el precio que luego hay que pagar, porque nuestras vidas se enredaron hace muchos años y es difícil la heroicidad sin romper la porcelana.

Pero si por un instante pudiéramos vivir sin consecuencias, sin duda el acto de cualquier hombre de más de 40 años tendría que ser el de volver ni que sólo fueran unas horas a una chica de 20. Volver a amar como cuando nos creíamos inmortales, y lo éramos. Ahí está nuestra verdad, la que nos ha hecho. Ahí está nuestra única posibilidad de regresar al héroe que todo hombre quiere siempre volver a ser aunque aceptemos que se nos rajó la capa. Esa última oportunidad de escuchar una música que no sea la de siempre, que no se parezca a la de siempre, aunque por supuesto sepamos que si la escucháramos hasta el final acabaría como siempre. Pero si por una vez uno de nuestros actos pudiera quedar libre de impuesto, como suspendido en el tiempo, sólo podría ser el del regreso a la chica fundamental que se nos diera con aquella de cuando vivíamos al abordaje.

Es amor, es sexo, es inconsistencia, es procacidad, es que a veces nos gusta vivir las películas que vemos, pero sobre todo es lo que no podemos vender ni comprar ni recuperar si no es que nos lo presta el elixir rarísimo y casi siempre inalcanzable de un cuerpo muy joven. La metáfora fácil, pero exacta, es un pacto con el diablo, porque todo lo que te ofrece luego te lo quita. Los elixires son siempre breves, y se esfuman, y si luego los persigues eres uno que sólo persigues sombras. La mayor astucia del diablo –Baudelaire lo dice– es hacernos creer que no existe, y envenenar el amor convenciendo a la pareja de que ellos podrán solos, sin arreglo al peso de la culpa ni a las leyes de Dios.

Negar cómo somos es tan absurdo como negar las consecuencias y que las sabíamos antes de empezar. Yo como todos me he tambaleado, pero he visto tantas veces el mecanismo por dentro que me basta con ser el héroe de lo que escribo. Enamorarse no es serio pero a un hombre no le puedes pedir que renuncie al elixir cuando lo tiene entre los dedos. Le puedes exigir, eso sí, que con mucho amor recoja los trozos después de la tempestad y que con la misma capa que arrasó barcos y ciudades vuelva a levantar el templo pequeño, modesto, de voz más rasgada, y menos emocionante, de la única verdad.

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