El shock de una guerra: «No puedo creerlo, yo no vivo en Corea del Norte»
Natalia Kalinishenko, madre de un adolescente y una pequeña que están junto a ella, es una de las ucranianas que ha conseguido salir de su país en llamas y llegar a Polonia
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Iniciar sesión«No puedo creerlo, no puedo creerlo... no puedo creerlo... Yo no vivo en Corea del Norte. Nunca había imaginado esto». El estupor, desorientado estupor, confunde a las ucranianas que en estas primeras horas de conflicto bélico han conseguido salir de un país en llamas ... y entrar en Polonia. En el caso de quien habla, Natalia Kalinishenko , –madre de un adolescente y una pequeña que están junto a ella–, de la ciudad de Jarkov, a mil kilómetros de distancia, situada sobre el polvorín del Donbass y que en estas primeras 48 horas ha sido repetidamente atacada por el Ejército de Vladimir Putin.
De allí, de Jarkov, salieron días antes, viendo la que se avecinaba, para dirigirse aquí al oeste, hacia Leópolis, a algo más de una hora de carretera de cruzar a suelo polaco. O a saber las distancias y las fechas... la confusión nubla la cabeza en este gimnasio del pequeño municipio de Lubyczy Krolewsklej habilitado como centro de refugiados, en el que unas cuarenta hamacas hacen las veces de cuarenta camas con mantas nuevas y los del pueblo acercan productos básicos en bolsas de papel a modo de solidaridad.
Hay botellas de agua, cereales de desayuno, leche, papel higiénico o pañales. Falta le van a a hacer a Olja Kostyshyn, que abraza a su hijo de siete meses, Oleh, tan joven ella, tan resuelta, con su inglés tan aseado. Y que se quiebra un poco al recordar la madrugada del jueves , a eso de las seis, el estruendo del fuego ruso en su ciudad de Ivano Frankiusk, esa sí que está cerca de la frontera con Polonia, aniquilando el aeródromo, bombardeos... «Guerra, en tiempos de paz, en el siglo XXI, en un país independiente», se dice. Y su marido, como el de todas, se ha quedado dentro porque el Gobierno de Kiev ha impuesto a los varones mayores de edad que se queden , y la mayoría de ellos tampoco se querría ir. Por lo que haya que defender.
En el centro de refugiados de Lubyczy Krolewsklej, y hay otros ocho ya en Polonia, las autoridades locales tratan de hacer la recepción agradable a las mujeres , ruegan que no se les importune sin su permiso y que ni mucho menos se les fotografíe si no quieren. Por encima de todo, señalan, tratan de proporcionarles un primer descanso después del éxodo por la fuerza, y después se verá. A Olja con su bebé la espera su madre en Varsovia, tiene asegurada la red de apoyo. A Natalia y a sus niños no les espera nadie ni tienen dónde ir, hay familiares en Alemania pero en pequeñas casas. Y le acaba de llegar un whatsapp mostrando la suya, la de Jarkov, que está rodeada de combates. «¿Qué ha pasado?», se pregunta, «quiero despertar».
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