ELIGE VILADECANS
Lorenzo Silva: «Hay quien aún duda de que nos estamos cargando el planeta»
El último Premio Planeta se acerca cada mañana hasta Cal Francés, que tiene bandera de «Playa Virgen»
Lorenzo Silva: «Hay quien aún duda de que nos estamos cargando el planeta»
Desde hace cuatro años, Lorenzo Silva, último Premio Planeta , vive a caballo entre Madrid y Viladecans, una población de 65.000 habitantes próxima a Barcelona. «Soy de Madrid, de tierra adentro, y cuando estoy en Barcelona una de las cosas que más me sorprende ... es ver el mar a todas horas. El gran descubrimiento aquí es tenerlo todos los días. En especial en invierno, cuando la playa está casi siempre vacía. Me gusta asomarme al Mediterráneo, un mar bastante dócil», explica.
Cada día, le gusta coger su bicicleta y pedalear durante unos 20 minutos para recorrer los siete kilómetros que separan su casa en Viladecans de la playa de Cal Francés, una de las cuatro por las que esta población se asoma al mar. Prefiere ir a ésta porque hasta ella no llegan los coches, sólo es accesible a pie o en bicicleta, explica.
Una vez allí le gusta contemplar el mar y hacer fotos. «Suelo hacer esta excursión para romper el día. Estoy toda la mañana sentado ante el ordenador y hacer ejercicio físico me viene bien para contrarrestar el trabajo sedentario. Muchas veces he salido de casa atascado en lo que estaba escribiendo y he vuelto con las ideas claras. Creo que es en parte por el ejercicio pero también por la luz y el horizonte abierto. En el Mediterráneo hay siempre mucha luz. Son raros los días oscuros. La luz y el horizonte abierto que aquí contemplo es algo que echo de menos en Madrid, donde el horizonte está muy disputado por los edificios», explica.
Dice que llegó a Viladecans por casualidad. «Aquí vivía mi mujer y encontramos una casa de alquiler. No me molesta vivir en la periferia, ni aquí ni en Madrid. Prefiero las ciudades pequeñas o medianas. Y en ambos sitios tengo la gran ciudad muy cerca, a la que acabo yendo para muchas cosas. Pero aquí, en Viladecans, me he encontrado con este regalo, una playa virgen, sin urbanizar, porque pertenece al delta del Llobregat. En Getafe no lo tengo, aunque también tiene un espacio natural».
«Me gusta ver el Mediterráneo cada día»
Dos de las cuatro playas que conforman el frente litoral de Viladecans, dentro del llamado Parque del Delta de Viladecans, el Remolar y Cal Francès, recibieron en julio de 2011, de la organización Ecologistas en Acción , la bandera de Playa Virgen «en reconocimiento a su alto valor natural, su respeto ambiental y la mínima transformación urbanística de su entorno, así como por su baja concentración de usuarios», según puede leerse en la web del ayuntamiento.
En conjunto, las dos playas tienen 1.200 metros de longitud, de los 2.600 metros totales del litoral de Viladecans, una extensión que también ocupa un pinar contiguo al arenal, de cerca de 100 hectáreas y dos siglos de existencia. A ambas playas se accede a través del camino que conduce al espacio natural del Remolar.
Zona deltaica
A Lorenzo le sorprendió mucho «un espacio natural tan conservado cerca de la ciudad» cuando lo «descubrió». «Hago el camino hasta la playa por una riera, un cauce para los torrentes que se forman cuando llueve. Normalmente se puede utilizar, salvo cuando llueve fuerte. Por el camino me voy encontrando garzas, patos, garcetas y también flamencos, que pueden verse algo más allá de la playa, en la laguna del Remolar», explica. Sorprende oír hablar con tanta soltura sobre aves a este abogado, que colgó la toga para dedicarse a escribir. «No soy ornitólogo, pero reconozco estas especies».
Conoce también bien el lugar y nos cuenta que «buena parte de esta zona deltaica está por debajo del nivel del mar. De hecho, cuando te acercas a la playa vas subiendo, en lugar de bajar. Es una zona de huertas. Sobre este lugar planeaba Eurovegas, antes de que eligieran a Alcorcón finalmente como destino», explica mientras hace algunas bromas al respecto.
Fotógrafo de la naturaleza
En la playa a Silva le gusta mirar cómo cambian los colores: «Es un espectáculo contemplarlo y comprobar qué color tiene el mar cada día. Le he hecho muchas fotos, es muy cambiante. Unos días es completamente azul, otros gris acero, o más añil... También la arena. Incluso la luz varía mucho de día en día y a cada hora». Dice que es autodidacta en esto de la fotografía: «Tengo todos los vicios de los principiantes y ninguna destreza», asegura, pero la composición de sus fotos refleja lo contrario.
En el epílogo de su última novela, «La marca del meridiano», galardonada con el último Planeta, sitúa a sus personajes Bevilacqua y Chamorro en esta playa, donde el brigada evoca la canción «Sapore di mare», «la que mejor define al Mediterráneo».
Dice que una de las mejores decisiones que ha tomado en su vida ha sido la de cambiar el derecho por el oficio de escribir. Escribía desde los 13 años y aunque su afición por la lectura es más antigua. A la hora de elegir estudios, explica, pensó que lo mejor era buscar un oficio que no tuviera que ver con su afición por la literatura «y preferí estudiar otra cosa para vivir de ella. Quería que la literatura fuera mi espacio personal. Pero al final me he profesionalizado. Cuando tienes oportunidad, vivir de tu vocación es una tentación demasiado fuerte».
Le gusta empezar temprano a escribir, a eso de las ocho. A las dos hace un parón para coger su bici y asomarse al mar. Después de comer continúa trabajando hasta las 10. «Más horas que cuando ejercía de abogado. Me quejaba de antiguos jefes, pero yo soy peor... Cuando trabajas en algo donde tú construyes tus propios proyectos es difícil contar las horas, porque te cuesta menos y no te lo impone nadie».
Dice que ahora esta «convaleciendo» de la gira que ha hecho después del premio. «Estaba escribiendo otro libro cuando me cayó esto encima y lo tuve que aparcar. Para escribir necesito cierta concentración, y en los últimos dos meses no he tenido más de una hora. Estoy escribiendo un libro sobre las ciudades del norte de África, dos españolas y cinco marroquíes».
Para estrenar este año 2013 tiene un deseo relacionado con la naturaleza: «Es muy tópico, casi un lugar común: que la poca gente que aún cree que no nos estamos cargando el equilibrio natural del planeta se caiga del guindo. Todavía queda alguna, y lo peor, en puestos de responsabilidad. Y algún científico dispuesto a corroborarlo por dinero».
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