Prueba
Ferrari 812 Superfast: a prueba el «Cavallino» más potente
Su motor V12 de 800CV ofrece una experiencia excepcional, acompañada por un chasis perfectamente afinado. El resultado es un deportivo excepcional de comportamiento muy noble
Pensar que nos enfrentamos ante el Ferrari más poderoso jamás construido -a excepción del LaFerrari, de 963CV, de tirada limitada- es suficiente para imponer respeto. Y es que las cautelas nunca están de más frente a una bestia impulsada por un poderoso motor de doce cilindros en V y 6496 cc , capaz de entregar la enormidad de 800CV. Sin embargo, el 812 Superfast demuestra el «savoir-faire» de los ingenieros de Maranello con un comportamiento muy noble y fiable, aportando no solo empuje cuando el conductor lo requiere sino también técnica cuando la necesita.
El calificativo de Superfast, o «superrápido», no le viene grande a este 812. En su odómetro la aguja puede llegar hasta los 340 kilómetros por hora. Y es es capaz de plantarse en los 100 kilómetros por hora en tan solo 2,9 segundos . Apenas un suspiro necesita para acelerar a fondo, gracias a un propulsor delantero longitudinal que transmite su brío al eje trasero, y que mueve un ligero conjunto de apenas 1.770 kilos.
Con semejante tarjeta de presentación, queda claro que puede dar lo mejor en las circunstancias más exigentes. Para ello, Ferrari ha incorporado un sinnúmero de ayudas electrónicas, que pueden configurarse a través de un conmutador en el volante. Éste permite elegir entre los modos Wet (mojado, para un agarre máximo), Sport, Race, CT Off y ESC Off.
El 812 incorpora suspensión adaptativa . También, por primera vez en un Ferrari, la dirección asistida eléctrica, especialmente afinada para trazar con solvencia las carreteras más reviradas. En ellas se agradecen también las cuatro ruedas directrices y, sobre todo, el buen desempeño del cambio. Éste, de doble embrague y siete relaciones, reduce casi instantáneamente tres marchas si queremos acelerar a fondo.
Lo que sin embargo sorprende, quizás por más inesperado, es su docilidad, nobleza y confort de uso en un atasco, en una abarrotada calle madrileña o incluso en un aparcamiento. El motor, que tantas alegrías ofrece cuando se le pide lo máximo, también puede ser domado fácilmente para ofrecer una agradable conducción a bajas velocidades, sin tirones , y sin que se sienta incómodo. Tampoco es difícil maniobrar con el 812, quizás por el juego de las mencionadas ruedas directrices, que permiten reducir el ratio de giro, «acortando» sus 4,66 metros de longitud.
En el interior, el refinamiento es máximo, combinado con la deportividad -el agarre de los asientos es magnífico- y un toque exótico aportado por una pantalla informativa, con datos como las fuerzas G soportadas, la velocidad o la marcha engranada, ubicada frente al copiloto. Dos grandes levas ancladas, al puro estilo Ferrari, sobre el árbol de dirección y no sobre el volante, permiten interactuar con el cambio.
Los intermitentes, en otro toque exótico, están directamente sobre el volante, tras el que se esconde un cuadro digital en el que se muestra la información de navegación (quizás demasiado pequeña, pero la solución evita integrar en el salpicadero una pantalla que rompería la armonía horizontal de las líneas) mientras que los comandos de avance y marcha atrás se ubican en un árbol central flotante de inspiración futurista y muy deportiva.
En el exterior, las líneas son las propias de un concepto evolucionado de Berlinetta, ya que el 812 es el sucesor del F12 y el F12tdf. No obstante, al ser un homenaje surgido para celebrar los 70 años de la marca, también muestra guiños a algunos modelos clásicos, como al 365 GTB. También cabe reseñar el gran número de tomas de aire, destinadas no solo a refrigerar sino también a mantener pegado al suelo a un modelo que a veces parece más un avión que un automóvil, y que definitivamente es una máquina excepcional.
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