madrileños con historia
«Lo mejor en Las Ventas es que yo no tenga que trabajar»
Máximo García Padrós, cirujano jefe de la plaza, recogió el testigo de su padre. Es el segundo de la saga. Le sigue su hijo.
maría isabel serrano
Sus vacaciones son «de lunes a toro», menos cuando hay feria, que tampoco se salva. Sus pacientes son jóvenes y sanos. Y la afición tan inmensa como su oficio y su buen hacer. A Máximo García Padrós,segundo de una saga de cirujanos en la ... Plaza de Toros de Las Ventas, lo que más le satisface es que las mulillas arrastren al último toro y él haya estado ocioso toda la tarde. «Es lo mejor. Lo que más nos gusta. No trabajar. Significa que no ha habido heridos. Buena señal».
El actual cirujano jefe de la Monumnental madrileña tiene 71 años. Dibuja una sonrisa cuando hablamos de jubilación. Él recogió el testigo de su padre, don Máximo García de la Torre. Sí, sí. Don Máximo. Porque así le llamaban los toreros debido al respeto que transmitía. Por muy fuerte que fuera la cornada, era ver al doctor García de la Torre y confiar en que pronto volverían a vestirse de luces. Estaban en buenas manos.
La historia se repite . Hoy, al doctor García Padrós, humilde como pocos, también le llaman don Máximo. Lo vemos mientras conversamos con él en el calléjón, minutos antes del comienzo de otro festejo de esta Feria de San Isidro . Un gesto —lo del «don»—, que agradece porque, dice, «es el reconocimiento de toreros y personal de Las Ventas. A estas alturas, ya no lo puedo evitar. ¡Qué le vamos a hacer! Sé que me lo dicen con cariño».
El tercero de esta saga de cirujanos taurinos es su hijo, Máximo García Leirado. Un joven doctor que ya forma parte del equipo de Las Ventas. Lo ha mamado. «Sí. Le ha pasado como a mí. Quería ser médico y ha vivido este mundo muy de cerca desde pequeño», dice el doctor García Padrós.
Tan poco importancia quiere darse que hace varias referencias a su equipo. «Son unos fuera de serie. Todos». Nombra, por ejemplo, al doctor José Antonio Pascual, a la doctora Carmen Asenjo, a los enfermeros, a los anestesistas... Las Ventas es plaza de primera categoría; ellos, tanto o más.
A punto de abrirse el portón del Patio de Cuadrillas y de iniciarse otro paseíllo, Máximo García Padrós nos recuerda cómo fueron sus inicios en un tipo de cirugía único en el mundo. «Hay que estar muy pendiente de la lidia y de la faena. De todo. No se puede perder detalle. Si hay algún percance —¡largarto, lagarto!—, es importantísimo saber cómo ha sido porque el toro prende, lanza al aire, voltea... El torero da vueltas y cae. Aunque no necesariamente por ese orden. Y casi nunca es igual la herida. Hay que saber qué trae el cuerpo. Y las trayectorias, que son como túneles. Porque si te dejas alguna, se infecta y la lías».
«Un mundo único»
Máximo García Padrós recuerda con nostalgia su llegada al servicio médico de Las Ventas. «Fue en el año 1966. Yo vine como segundo ayudante. Estaban el doctor Guinea y mi padre. Cuando Guinea falleció, en 1972, yo pasé a primer ayudante. Hasta hoy».
Con un sosiego digno de elogio, el doctor habla y no para de lo «maravillosa» que es la cirugía taurina. «Es única. Impredecible. Tú no sabes dónde da el toro, ni con qué profundidad, ni el daño que causa... hasta que no lo ves. Hasta que no empiezas a desnudar el torero. Y tienes que saber qué hacer. Siempre. No hay otra», explica.
«Yo venía de pequeño a la plaza. Me traía mi madre y veíamos los toros desde el tendido. Ya quería ser médico. Lo de la cirugía taurina fue un gusanillo que no tardó mucho en entrar. Es un mundo único. Precioso. No digo que sea una especialidad en Medicina, pero sí que hubiera algún curso especial». Con esta reflexión nos despedimos del doctor. Van a dar las siete, hora de la verdad. Qué Dios reparta suerte.
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